Rehabilitación incluso tras las Rejas

17 Junio 2008
La Comunidad Terapéutica de Huachalalume entrega a 25 internos la posibilidad de dejar atrás hábitos relacionados con el alcohol y las drogas, que tantos problemas pueden traer a una persona que busca reinsertarse en la sociedad.
Loreto Roco >
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Se trata de una sección completamente distinta al resto de los módulos de Huachalalume. Al ingresar a la Comunidad Terepéutica del Complejo Penitenciario de La Serena, nos encontramos con un patio pintado en el que los internos juegan una “pichanga” de media mañana, una sala común pintada y adornada con la participación de los mismos internos y un ambiente de tranquilidad que recorre las dependencias de éste módulo.
Con orgullo Jessica Ávalos, Técnico en Rehabilitación de esta Comunidad, cuenta que éste es el único módulo que tiene un mural al interior del patio y que “fue un proyecto que se ganó un profesor de arte, lo presentó al Fondart y él eligió a la comunidad terapéutica (…) y esto les permitió a los internos tener un patio totalmente distinto, un patio lleno de color, de vida”.
Pero esta es sólo una de las características que hacen de ésta sección, un área diferente. Los internos que en ella cumplen su condena, reciben un tratamiento integral a sus adicciones en la modalidad residencial, en el marco del “Subprograma para la Atención de Internos que Presentan Adicción al Consumo de Alcohol y/o Drogas”.
El objetivo general de este subprograma, en palabras del jefe del Área Psicosocial de Siges –Empresa Concesionaria prestadora del servicio de Reinserción-, Carlos Rosales, es “generar una real posibilidad de intervención en aquellos internos que se les reconoce la problemática asociada a la comisión de delitos, generando un nuevo estilo de vida y un nuevo funcionamiento individual e interpersonal”.
Durante este proceso, los usuarios son atendidos por un equipo compuesto por siete profesionales: la Psicóloga y Directora de la Comunidad, Myriam Urzúa; el Asistente Social, Rolando Cortés; los Técnicos en Rehabilitación, Jessica Ávalos y Rodrigo González; el Psiquiatra, Álvaro Campillay; el Terapeuta Ocupacional, David Gómez; y el Monitor Deportivo, Cristian Montesinos.
Programa de Cobertura total
Este subprograma de adicciones cuenta con un eje preventivo y un eje de tratamiento, y éste último se desarrolla en las modalidades ambulatoria y residencial.
La modalidad residencial, se aplica en casos donde el consumo problemático es más severo, mientras que la atención se realiza de forma ambulatoria cuando el rango va de leve a moderado, trabajándose en los mismos módulos en que el interno cumple condena.
Los programas de prevención que forman parte de este subprograma, se basan principalmente en la difusión a través de la entrega de información y talleres realizados con personas que tienen un consumo no perjudicial o esporádico. La finalidad última de estos talleres es lograr un acercamiento entre la población penal y el equipo profesional de la Comunidad Terapéutica, para así plantear de qué se trata este sub-programa, evaluar a quienes se aproximan a ellos, realizar citaciones e inscribir a los internos que quieran participar.
Al mismo tiempo, hay un taller de prevención indicada para aquella parte de la población que haya consumido en alguna oportunidad, sin alcanzar niveles perjudiciales. Esto “con la idea de que no desarrollen cuadros de dependencia ni trastornos adictivos y que puedan disminuir el consumo esporádico que hayan tenido en algún momento”, explica Myriam Urzúa, Directora de la Comunidad Terapéutica.
Asimismo, encontramos un grupo asignado a tratamiento ambulatorio, mediante grupos de pre-tratamiento o motivacionales. Esta atención se realiza en aquellos internos que tienen un consumo abusivo-perjudicial-dependiente, pero que no quieren recibir un tratamiento residencial.
Tratamiento residencial; una opción de cambio
El ingreso a la Comunidad Terapéutica es voluntario, contando para ello con 25 cupos asignados a varones. Las vías de ingreso a esta comunidad se presentan principalmente a través de la evaluación realizada por el equipo que desarrolla este subprograma de adicciones a la población penal, el diagnóstico socio-psico-criminológico realizado por los profesionales del área psicosocial y derivaciones realizadas por Gendarmería, quienes para Carlos Rosales “tienen sumamente claras las problemáticas de las personas o los delitos asociados por los cuales fueron procesados”.
La otra vía de ingreso al terapéutico se da mediante la unidad de salud del Complejo Penitenciario, quienes dentro de sus obligaciones, deben realizar una evaluación médica al ingreso de cada interno, condenado o imputado, donde reconocen cualquier tipo de problemática relacionada al consumo de este tipo de sustancias, haciendo la derivación pertinente.
Los profesionales de esta comunidad trabajan sobre cuatro ejes principales, como son el criminológico, el patrón de consumo adictivo, el eje familiar y el socio-ocupacional.
Este programa parte por un período de adaptación y, como relata Myriam Urzúa, “antes de que el interno ingrese a la comunidad se hace un trabajo con él, para que vaya disminuyendo su consumo, con la idea de que el síndrome de abstinencia no sea tan agudo”.
Dentro de la comunidad se busca que los internos dejen atrás la dependencia y que, mediante los distintos talleres laborales desarrollados, generen competencias que les permitan a futuro desarrollar algún tipo de actividad, principalmente en la línea independiente, pues deben lidiar muchas veces con el estigma social que hay afuera al momento de encontrar trabajo.
David ingresó a la comunidad hace 2 años y para él ha significado un cambio de rumbo en su vida, pues “he vuelto a ser persona, que me tomen en cuenta, que acepten mis opiniones. Me he dado cuenta que he aguantado la tolerancia, aguantar, no frustrarme rápido. Eso antes no lo tenía, me enojaba rápido, me alteraba, ahora escucho”. Actualmente David trabaja como repostero para la empresa concesionaria Siges, y anteriormente había hecho cursos de soldadura, mueblería y participa activamente en el taller de teatro.
En relación con los talleres cursados por los internos, esta Comunidad en particular cuenta con un invernadero, heredado del taller de riego tecnificado y cultivo de claveles fue realizado en conjunto con el Área Laboral del Servicio Penitenciario. Producto de este taller el invernadero se creó al interior de la Comunidad Terapéutica, quedando a cargo de dos internos residentes quienes están en una etapa del tratamiento cercana al pre-egreso.
Las Flores: Una Terapia Imbatible
Christopher lleva casi siete meses en la Comunidad Terapéutica y es uno de los dos internos encargados del invernadero de claveles. Con respecto a su tratamiento, asegura que “entré acá porque quería dejar de consumir drogas y mejorarme como persona, y hasta el momento igual ha ido dándome resultados. He cambiado hartas cosas, pero me falta harto todavía”.
Con respecto al invernadero y el trabajo con los claveles, David Gómez -Terapeuta Laboral de la Comunidad Terapéutica- asegura que este ha sido una herramienta importante en el tratamiento de los internos involucrados, pues “ha sido muy productivo, no tanto en lo monetario, sino que también para generar hábitos laborales, pues tiene que tener una constancia, ir todos los días, cumplir con un horario, una rutina”.
Este gran aporte del trabajo con las flores, para quienes trabajan con los internos en esté módulo especial, se ve claramente en el caso de Christopher, quien ha aumentado sus niveles de responsabilidad, pues si no continúa su trabajo el invernadero deja de ser productivo y eso lo ha ayudado en un cambio de actitud personal.
Igualmente, Christopher asegura que este contacto cercano con las flores le “sirve para reflexionar, de repente estoy medio achacado con mis ideas, estoy medio complicado y acá me relajo, reflexiono, pienso bien las cosas, lo que tengo que hacer, y planifico bien mis ideas, antes de reaccionar a tontas y a locas como lo hacía antes”.