Cota mil: ¿Integrar o segregar?

20 Enero 2009
Hoy, la integración no es un valor que se tiene en cuenta como un bien social que debe ser resguardado y promovido por todos. Por: Marcelo Trivelli.
Marcelo Trivelli >
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Durante las últimas semanas, se ha abierto el debate respecto de las universidades privadas santiaguinas que están por sobre la cota mil y la segregación socio espacial que ello significa.
Esta observación abre la posibilidad de discutir el tipo de ciudad que estamos construyendo y cuál es la ciudad que queremos. Y se trata no solo de Santiago sino de todas las ciudades de Chile y su modelo de desarrollo.
Porque ¿acaso no son las universidades sobre la cota mil el reflejo de una ciudad segregadora? Ciertamente sí.
Hoy, nuestras ciudades se desarrollan sobre las indicaciones del mercado; es decir el precio del suelo y el valor relativo del metro cuadrado en diferentes lugares de la ciudad. Hoy, la integración no es un valor que se tiene en cuenta como un bien social que debe ser resguardado y promovido por todos.
La segregación en las ciudades crea desconfianza entre sus habitantes, profundiza las diferencias, genera desigualdad en las oportunidades, deteriora la convivencia, en definitiva crea islas dentro de las ciudades en que cunde la violencia, la desesperanza y la frustración, mientras que en otros lugares cunde el aislamiento, los cercos eléctricos, los guardias privados, los clubes y colegios particulares. Así, se van creando diferentes grupos sociales que se alejan unos de otros y que no tienen posibilidad de reconocerse como conciudadanos de una misma patria.
No se trata solo del esfuerzo individual, sino del lugar de la ciudad en que se nace y se crece. Se parte con ventaja o con desventajas permanentes dependiendo del lugar en que se vive.
Tenemos que tener la valentía de enarbolar el valor de la integración como un bien social que abre las puertas al encuentro social.
La integración ha sido el remedio para terminar con la violencia y la droga en lugares tan diferentes y distantes como Boston, Los Ángeles, Nueva York, París,o Medellín.
La integración no es solo voluntad, es también inversión en infraestructura, servicios como educación y salud y transporte público. Es la generación y promoción de espacios públicos, que den énfasis a los encuentros de personas, la protección del medioambiente, el fortalecimiento de las comunidades y los barrios, el deporte y la participación ciudadana. Así tendremos una ciudad a escala humana que integra a sus habitantes.
Soy un convencido que se puede y se debe trabajar para construir ciudades que integren. Para ello, es vital que las políticas públicas estén pensadas para los 100 años que vienen y no en los 100 años que pasaron. Así construiremos ciudades que sean para todos y cada uno de los chilenos.