El círculo del miedo.

26 Julio 2006
El miedo nos hace luchar por el poder y perder de vista el misterio de la existencia con un propósito y un sentido.
Patricia Mery >
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Si nos podemos imaginar y visualizar al hombre al comienzo de nuestra historia como un grupo pequeño de seres humanos, desnudos, que recorríamos el campo buscando frutos.
Respondiendo de manera instintiva y conectados con los ritmos y los signos de la naturaleza. Sólo dos rutinas: búsqueda de alimentos y pertenencia al grupo. El poder lo ejercía el más fuerte y perceptivo, se aceptaban las tragedias y dificultades sin reflexionar.
Cuando ocurría algo absurdo, como de la muerte de un recién nacido, nos cuestionamos, comienzamos a tener conciencia de sí mismos, comienzamos a intentar entender los ciclos del sol, la luna, las mareas y las estaciones. Con esto perdemos la tranquila paz de la inconsciencia, aparece el miedo y el sentido de la vida se hace presente. El miedo nos hacía luchar por el poder y perder de vista el misterio de la existencia con un propósito y un sentido. Luego nos unimos en grupos más grandes y comienza a cambiar la vida, de nómada colector y cazador por el cultivo y domesticación, con esto los excedentes de alimentos generaron el comercio y también nos dividimos en grupos ocupacionales: pastores, constructores, hilanderos, agricultores, mercaderes, soldados y trabajadores en metales.
En la inseguridad aparecen los dioses crueles y exigentes que requerían de ritos, rituales y sacrificios para ser calmados.
La humanidad está destinada a progresar compartiendo y comparando conocimiento y el miedo nos hace distorsionar esa intuición por una necesidad de conquistar, dominar e imponer nuestra forma de vida a otros por la fuerza, como también aparece el egoísmo y el conocimiento que es celosamente guardado. Surgen los imperios y los tiranos, un líder tras otro, conquistando por medio de la fuerza de sus pueblos más y más territorios. Miles de años invadiendo la conciencia humana y diezmando sus ideas. Muchas generaciones imprimiendo violencia contra sí mismos.
Aparece un nuevo sistema para el intercambio y comparación de las ideas, sin aplicar la fuerza física: democracia, primera aproximación al respeto de las diferencias.
El concepto de muchos dioses era un cuadro cubista de un todo más grande, aparece un solo Dios, con una imagen exigente, amenazadora y patriarcal, que sólo existía fuera de ellos. Esta intuición de una fuente divina aparece en culturas de todo el mundo. Los orientales buscan una conexión con Dios en el interior de cada uno, como un cambio de conciencia. Tener una conciencia espiritual significa mucho más que rituales, sacrificios y plegarias públicas, un abandonarse trascendente. Este mensaje se difunde y el imperio romano abraza esta idea. Luego los bárbaros atacan desde el norte y desmiembran el imperio, la organización feudal cristiana hace sobrevivir la idea.
La iglesia cae en el miedo y sus líderes sienten la pérdida del control y construyen una gran jerarquía en su interior. Se establece la conciencia de origen nacional, con fronteras físicas reconocidas, monedas establecidas, lenguaje común y rutas de comercio.
Grandes cambios, descubrimos escritos griegos y romanos, parlamentos democráticos, la reforma con la promesa de acceder directamente a las Escrituras y la Divinidad.

Comenzamos a explorar en el continente americano. Esta tierra estaba habitada con culturas nativas que podrían haber constituido un modelo para recobrar las raíces, pero el miedo nos trae consigo la necesidad de dominar, conquistar y buscar su propia seguridad.
En Europa adoptamos el método científico como proceso democrático: - investigar un aspecto, sacar conclusiones y presentarlas - para comprender el mundo.
La iglesia establece que el hombre es libre de investigar el mundo material y exterior, pero los fenómenos espirituales debían dictarlos los influyentes hombres de iglesia, éstos también guardan algunos secretos como la medicina y el arte.
Se acrecienta el comercio y la utilización de recursos naturales y con esto se pierde nuestro sentido del misterio, negamos la realidad de la muerte y creamos la ilusión de que el mundo es explicable, común y desprovisto de sentido.
Dios pasaba a ser un Dios que pone en movimiento y luego abandona.
Aparece el petróleo, el vapor y la electricidad, nos trasladamos a grandes centros urbanos, con el único fin de establecer una seguridad individual, explotar a otros trabajadores y maximizar las ganancias.
A comienzos del siglo XX, por abusos de este capitalismo desenfrenado, nace un sistema manejado por los trabajadores, donde los recursos estarían disponibles de acuerdo a las necesidades de las personas, sin codicia o competencia, que ganó muchos adherentes, pero fracasa ante el materialismo de los mismos trabajadores que corroe la intención original. En algunos países pensamos que el sistema podría crearse mediante la fuerza y la dictadura, lo que falló y costó millones de vidas.
Nace el capitalismo que creó una forma errónea basada en la superioridad de ciertas razas y naciones. En este período hubo guerras y el misterio de la vida y la muerte fue relegado a un rincón.
Las iglesias se llenaron de rituales pomposos y carentes de sentido, con una participación más social que espiritual.
Como resultado, muchos comienzan a explorar otras religiones y puntos de vista espirituales en busca de una existencia más profunda, muchos miramos al oriente.
Los estudios de ciencias humanas se cristalizan en forma gradual ante la creencia de que los seres humanos aplican una pequeña parte de su vasto potencial espiritual, físico y psicológico. Con esto se cuestionan los roles de la vida humana, la mujer, el hombre, la familia. Cada ser humano estuvo facultado para ser libre y marcar su propio rumbo de vida y lo que los demás pensaran dejó de ser determinante real de nuestra acción y conducta.
Para los que habíamos adoptado un punto de vista más espiritual, caracterizado por la honestidad y el amor a los demás, la conducta ética no fue un problema, pero el problema está en quienes no formamos un código interno fuerte con resultados como el crimen, las drogas y las adicciones de todo tipo o la pérdida de ética en el trabajo. Esto además se relativiza al dar a entender que los criminales y los desviados no son responsables de sus actos; son víctimas de una cultura opresiva o de sus circunstancias. Esto también legitima las acciones extremas. Se divide la sociedad y cada bando piensa que el otro es una conspiración maligna.
El mundo se sigue dividiendo, esta vez es cada vez más fuerte entre los que tenemos y los que no tenemos. Todo esto producto de los miedos, pero más allá del miedo existe la posibilidad de una suave transición de la vieja visión a un mundo nuevo y espiritual, dado por la confianza, el respeto, la justicia, la solidaridad y el querer crecer en comunidad.