El Zen y las Artes Marciales: La Libertad de Ser

15 Septiembre 2006
Quiero que conozcan un ensayo escrito con cariño y mucho amor con respecto a un arte milenario, El Zen.
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Durante este semestre me he visto enfrentada a la oportunidad de un nuevo viaje. Aunque aún no he tomado el barco, los pasajes los tengo en la mano, he logrado ver fotografías, escuchar como suena el mar, e incluso he sentido como se siente la brisa en alta mar. Lo que he percibido se me vuelve muy atractivo, y sobre todo necesario; para vivir en paz y recuperar ideales y sueños de un entorno armónico. Debo confesar que nunca pensé que me sentiría invitada al mundo Zen, sin embargo sus principios y su búsqueda a lo honorable, me parece más que interesante y necesario. Pero lo que realmente me ha despertado las entrañas, es la vía Zen para el encuentro con la libertad.

Hace cuatros años tomé la decisión que mi vida sería enraizada en el arte, para ello escogí el camino del teatro como vía de comunicación. Cosa extraña, pues nunca tuve una educación ligada a la expresión, y mi continua inseguridad tampoco sería una ayuda para cumplir este objetivo. He tenido un duro camino, pues no se me ha hecho fácil mantenerme con el sueño encendido, sin embargo nunca se ha apagado, es por eso que confío que hay un algo que comprendo al cual me gustaría acceder. Poco a poco me he dado cuenta que la razón por que ha sido tan frustrado responde simplemente a los múltiples muros que he ido construyendo desde niña para protegerme de un no sé que, lo cual me ha ido alejando de grupos humanos y de mi misma. A sí mismo he dejado que nazcan voces en mi conciencia que me retrasan en mi huída.
Siento que para la creación y la expresión se hace necesaria una limpieza; ésta para que las corrientes puedan fluir dentro del cuerpo. Esto lo he ido comprendiendo más en este viaje del cual hablé en un comienzo, más aún cuando tuve el contacto con el texto “El Zen y las Artes Marciales”, donde vi trascrito una y otra vez lo que tanto me hacia ruido al momento de enfrentarme a un escenario, o a un ejercicio: el esperar a que te pase algo correcto. Ésta búsqueda lo único que me ha estimulado es la aparición de voces en los momentos menos indicados, donde la conciencia y el cuerpo son dominados por ellas distrayéndolos y perdiendo el camino. El “no puedo” o el “temor al cuerpo”, son los problemas que surgen cuando nos queremos desligar de la conciencia, resulta ser más conciente los temores que el Aquí y Ahora que nos habla la vía del Zen.
El Zen y las Artes marciales” nos indica que en occidente se ha desarrollado las artes marciales de una manera muy física, olvidando la filosofía y los ideales como la base de ellas, por lo tanto como todo, hemos crecido compitiendo en juegos que lo único que se está arriesgando es el ego de ganar o perder. Para ello se desarrollan técnicas y más técnicas, y músculos y más músculos, olvidándose la esencia; el espíritu quien a último momento será el que decidirá. Si este se encuentra perturbado por la conciencia muy difícilmente tomará un buen rumbo. Ese rumbo o decisión esta relacionado con la vuelta al ser, al ser puro, a la naturaleza, sin información innecesaria ni daños adquiridos. Este estado se adquiere en zazen, un estado de libertad.

“…El zazen no es una mortificación, sino una Via que conduce a la verdadera paz, a la libertad del hombre…”

En el texto he hallado una frase que le dice un monje a su discípulo cuando éste le pregunta que es lo que piensa cuando está en zazen. El monje le responde “pienso sin pensar”. El pensamiento se me vuelve la peor de las condenas, lo lógico que pierde el control y vuelve todo ilógico. Lo que tenía tan estructurado y pensado dentro de mis objetivos se me desordenan y los pierdo, volviendo todo una hecatombe. Se me hace más lógico la palabra armonía con entorno. Es así como en situaciones donde sólo actúan el espíritu y el cuerpo, todo se vuelve coherente, bello y fluido. En el arte y en el deporte se desarrolla la experiencia del no ego, la acción es espontánea y armoniosa, siempre y cuando la meta no se vuelva el objetivo, sino el Aquí y Ahora. Para esto se necesita un estado puro, sin pensamiento concientes y libres, algo así como un flujo.
“El reflejo de la luna en el río está siempre en movimiento. Sin embargo, la luna existe y no se va de ahí”
Este koan, (principio de verdad eterna transmitido por un maestro) obtenido del texto, nos indica que el espíritu se entrena para que sea tan sólido como la luna, el reflejo es el combate, el cual se mueve sin ser jamás vencido por la fuerza del agua que es el cuerpo. Cuando dudamos ante una situación son nuestros momentos de debilidad, dejamos que los demonios no hablen y perdamos el horizonte. Si nos enfrentamos a un combate (tanto marcial como personal e incluso en escena) nuestra herramienta es la concentración, y esto es simplemente y complejamente poner el Ki (energía) en una sola acción, es así como derribamos lo que no nos sirve y vivimos el Aquí y Ahora completamente, a diferencia de como lo hacemos cotidianamente, viviendo a medias. Con esto me refiero a que negamos el dedicarnos a una simple acción, es por eso que olvidamos el vínculo de lo que nos importa, pasamos por alto los grandes momentos, por muy simples que sean, vivimos como si todo ya lo conociéramos, sin reconocer que lo único que cada persona es única y que cada oportunidad es nueva.
“…La intuición y la acción deben surgir al mismo tiempo…”
El ego nos domina en estas circunstancias, pensamos en qué y como hacemos. Olvidémonos de eso y simplemente concentrémonos en hacer; si se practica el zazen concentrarse en respirar y la postura, si se habla de entrar a escena, hacer lo que tengo que hacer. En artes marciales se dice “conócete a ti mismo y conocerás a todo el universo”, una vez que tengo el dominio de mi área, de mis herramientas, de mi técnica, la intuición guiará lo que tenga que pasar, debemos confiar en el cuerpo, que seguro que saber que hacer y si no hay algo que empantana, como una resistencia; la acción será coherente, y seguro que provocará una satisfacción, pues logrará actuar con libertad.
Es difícil pensar que áreas tan estrictas sea un medio de libertad, sin embargo comprendo hoy en día que el dejar estar el espíritu, la mente y el cuerpo es condenarlo a escuchar tabú y resistencia. El espíritu y el cuerpo hablan, hay que permitirle un vacio para que tenga la libertad de dejar pasar los pensamientos y las emociones, de expresarse, fluir; de ser libre del alrededor. Volver a reconocernos en nuestro estado puro, sin prejuicios ni egos que nos dominen. Nos conocemos y tenemos dominio, entonces tenemos libertad en vez de voces que perturban la paz y difuminan nuestros horizontes.
“…En los combates, los Dan inferiores se fatigan rápidamente porque están tensos, se preguntan sin cesar qué es lo que debo hacer, cuándo actuar, etc.…
De la misma manera un actor que piensa en su papel al representarlo es malo; debe vivirlo eso es todo…”

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