Ignacio Domeyko: la mágica visión del sabio Polaco en el Andacollo de 1843

27 Enero 2008
"Saltaban lo más que podían y cantaban sus antiguas canciones (…) en indio, un idioma que ellos ya no entendían. Difícil era retener las lágrimas al ver su rectitud, humildad sinceridad y fe".
Eduardo Duarte Yañez >
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A finales del año 1843 el intelectual polaco Ignacio Domeyko, serpenteará todas las curvas montañosas hasta llegar al santuario de Andacollo [Chile] donde pasará la navidad. La visita se enmarca en el deseo expreso del sabio por conocer, investigar, disfrutar y vivir la “Fiesta de Andacollo”.
Para tratar de imaginar la visión de Domeyko sobre el Andacollo de aquel entonces, debemos viajar al contexto, la Basílica Menor no existía faltaba aún que pasaran 50 años para verla terminada, las calles eran de tierra y el nuevo templo antiguo ya llevaba 54 años desde su inauguración en 1789. Y finalmente cuarenta y cinco años más tarde se establecería los primeros indicios de explotación de vetas de oro en un informe del gobierno, la gran veta de oro de Churrumata, vigente hasta el día de hoy. Entonces hacia el año 1843 solo se mantenían los lavadores de oro, pero en menor escala.
En sus apuntes Domeyko la describirá con infinita claridad: “Desde las aldeas y chozas más lejanas iban descalzos los indios, es decir, los restos de nativos que conservaron hasta ahora, de la época precolombina, el color y los rasgos de la cara, muchas costumbres y hasta el carácter, aunque olvidaron la lengua (…)”. Llama particularmente la atención que estableciera que los indios ya habían olvidado la lengua nativa, más si en otros apuntes señalará que cantan en su antigua lengua.
Entonces Domeyko con 41 años recorre la plaza principal frente al templo observando atentamente con su cuaderno de apuntes: “Cada grupo esta compuesto de no más de cinco a seis indios; entre estos uno andino, sin duda descendiente de algún cacique, y sus hijos o nietos. El de más edad lleva el gallardete, otro sostiene con una mano un tamborcito y lo golpea con la otra, otro sopla el pito, es decir, el hueso de la pata del cóndor, ahuecado y con un agujero lateral”. Imaginemos que el investigador se detiene junto a un baile en plena danza: “estos cándidos no brincaban para sí ni para la gente, sino para alguien invisible: esos viejos caciques, en su humildad, transformábanse en niños para agradar a su Defensora, a su única Consoladora (…)”.
Luego impactado por la efervescencia de la fe en aquel lugar lejano prosigue su relato en plena procesión de la chinita del Rosario de Andacollo: “Durante la procesión daban vueltas y brincaban cual niños, rondas de indios con sus tamborcitos y pitos, y al centro de cada ronda un viejo cacique con sus canas recogidas en trenzas y con un gallardete marcaba el compás, caía a tierra, se alzaba, miraba a los ojos del rostro milagroso, se santiguaba, juntaba las manos para rezar, lloraba y sudaba copiosamente”.
Una vez concluida la procesión Domeyko presenciaría una escena que marcaría profundamente y expresa con absoluta claridad el sentimiento que a través de los siglos sienten todos los peregrinos y fieles que asisten a esta festividad religiosa en la montaña de la Virgen Morena: “Cuando le tocó el turno de entrar a uno de los indios (de entrar a la iglesia) había que ver con que ganas y con que alegría inocente entraban corriendo, agitando sus banderitas, saltando, y dándoles a los tambores y soplando siempre el mismo tono con sus huesos de cóndor. Agachados hacia el suelo, cubiertos de sudor, vestidos con sus gruesos capotes negros, saltaban lo más que podían y cantaban sus antiguas canciones (…) en indio, un idioma que ellos ya no entendían. Difícil era retener las lágrimas al ver su rectitud, humildad sinceridad y fe”. La nostalgia invadió el corazón del intelectual y la visión de aquellas montañas mágicas suprarrealistas de aquel pueblo de fe, le hizo recordar la ciudad de Czetochowa, por haber allí también un santuario de la Virgen María, permitiéndole al menos por algunos minutos cumplir el anhelo que lo perseguirá toda su vida, el de volver a querida su Polonia natal.
Cinco años más tarde de su visita a Andacollo, se le concedió a Ignacio Domeyko la nacionalidad chilena por gracia. En 1867 fue nombrado Rector de la Universidad de Chile, falleció en Santiago el 23 de enero de 1889, a los 87 años. Sus apuntes y descripción llamados “fiesta de Andacollo” son un referente valiosísimo de carácter etnográfico y religioso de la historia de Chile. Aunque no puedo dejar de hacerme algunas preguntas una y otra vez, ¿en qué casa alojó Domeyko? –por lo que aquella información contribuiría enormemente al turismo histórico-, pero esa es otra historia. El polaco nos entregó lo mejor de sí, siendo sus aportaciones en el ámbito de la investigación histórica, la minería y la educación, un gran legado que todos los chilenos no debemos olvidar.

Comentarios

Imagen de Nibaldo Flores Navarro

Leyendo a la distinguida

Leyendo a la distinguida Berta Lastarria Cavero, en su libro editado en 1936, no me cabe la menor duda que don Ignacio Domeyko, es uno de los personajes emblematicos de nuestra historia Nacional, en donde con sus aportes, supo contribuir a las estructuras de nuestra identidad.

Con respecto a la visita de andacollo, me siento muy afortunado de conocer su pueblo y su historia, y con lo que describe Domeyko sobre la fiesta, me alegra que todavia se viva con el mismo sentimiento que caracteriza a los amigos de andacollo.

Saludos y abrazos.

Imagen de René Silva Tapia

Sr. Duarte Yañez: Muy

Sr. Duarte Yañez:

Muy interesante la cronica, ya que desconocia de los viajes de Don Ignacio Domeyko, solo lo conocia porque para mi es el fundador de la Escuekla de Minas de La Serena en donde estudie mi enseñanza media, Liceo Técnico que nunca debió desaparecer.

Imagen de Edo Berríos Cerda

UNA EXCELENTE SELECCIÓN DE

UNA EXCELENTE SELECCIÓN DE CRÓNICA

Felicitaciones Sr Duarte, su selección nos aporta una refrescante perspectiva de un europeo ilustrado de la época. Y que en su mérito propio estaba ser un observante acucioso con la rigurosidad científica de Domeyko. Los chilenos no apreciamos todavía el valor de la religiosidad andacollina y los locales o que de chicos nuestros padres nos llevaron en mas de alguna ocasión a las fiestas de la virgen morena, nos cuesta ver su valor y riqueza histórica, hasta que no tenemos la fuerza de esta descripción genial.

Excelente crónica

EBC