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Mujer madura, hombre joven

07 Junio 2008

Hasta hace decenios, este paradigma era poco menos que un sombrío atentado a la moral, y se ocultaba como un terrible secreto. Esa era una fórmula inconveniente vista por sociedad. Por: Patricio Borlone.

Patricio Borlone >
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Hoy la situación ha cambiado. Desde que la mujer emprende la merecida inserción en el ámbito laboral chileno y luego escala profesionalmente hasta posesionarse en puestos altos para ser una ejecutiva de éxito, comienza a prosperar en empresas y sistemas públicos. Con notoriedad entabla su propia independencia, incorpora a todo lo señalado, un sitio en lo cultural e intelectual y obtiene variedad de logros de alta notoriedad artística y laboral en el país.

Cada uno de estos escalones ha hecho que la mujer tenga a su alcance una serie de instancias para sentirse atraída a escenarios que la lleven a esferas distintas; universidades, magisters y doctorados. Parte imponiéndose en mejorar su imagen y capacitación; atreviéndose a ir al encuentro de lo que antes no era bien visto, por ejemplo, un hombre joven, recio, alegre, sin importar siquiera su estado civil. Entonces su vida comienza a cambiar, a sentirse segura de sí misma, a ser distinta a ser una persona con personalidad. Tal vez no es la generalidad, pero sí existe hoy.

Y sucede que, conjuntamente con entregar amor, la mujer madura se siente capacitada para brindarle al hombre joven toda su experiencia, la entereza, influencia y por qué no decir, una plataforma desde donde pueda saltar.

La actitud de hoy es un increíble golpe de timón a las reglas del poder que regían en los anales heterosexuales femeninos. Ella, en la mayoría de los casos, que crece económicamente y es exitosa, se hace cómplice de dar pasos y buscar lo que desea y tal vez, rara vez recibió; esto es atención, cariño, afecto y las correspondientes ternezas inherentes. Sucesivos encuentros fortuitos o no, la llevan a consolidar la relación mujer madura-hombre joven que, en muchos casos, se acepta con agrado sin importar el “qué dirán”. Ella baja a la edad del joven y hace subir al hombre joven a la par de ella. Los amores, atracciones y apetitos repletos de fragancias, van abriendo el camino que ambos van forjado, sin barreras ni escudos, porque el amor –se conoce- no tiene edad.

Es posible que la mujer madura perciba que el joven le va a satisfacer sexualmente en mejor forma que un hombre de su edad, sin desmerecer a aquel hombre de mayor edad. Eso puede suceder o no. Pero su ansiedad de mujer revivida, la aquella esperanza de sentirse nuevamente deseada, más el merecido convencimiento que será capaz de sentirse completa, la hacen desconocer los años de diferencia que tenga con el hombre joven. Lo importante es que ella se adapte a lo nuevo, se sienta lozana y fresca interiormente. Ciertamente, podría equivocarse, pero eso es tema de otra nota.

No cabe duda que en el sentido de esta unión –breve o larga- la sociedad ha cambiado o simplemente ha madurado. En la actualidad, prácticamente, todo tipo de relación heterosexual es aceptado y también a aquel viejo tabú social de parejas de mujer mayor con hombres mucho más jóvenes. Esto no quita que una parte de la sociedad, que no evoluciona con los nuevos tiempos, se refiera a él como un “gigoló”, aunque ya es un distintivo caduco, o lo tilden de oportunista, interesado, etc. ¿No habrá, acaso, en aquellas personas un oculto sentimiento de envidia? Es innegable que a muchos jóvenes les fascina la sola idea de tener experiencias con mujeres mayores, lo que les reafirmaría su virilidad y a la mujer madura vivificaría su sensualidad integrada, lo que vendría a ser como un verdadero afrodisíaco para el joven hombre.

En este tiempo, la génesis y la mezcla de esta clase de unión, lanza un poco por el suelo y revierte aquello del machismo. Aquí se juega a que cada uno de ellos revalorice su filosofía de vida. En algunos países adelantados el porcentaje de estas parejas va más allá del 31%, lo que confirma que la diferencia de edad ya no es motivo de impedimento de estas uniones.

Esta situación, no cabe duda, puede ser amor y mientras las feromonas reunidas no se lo impidan, la atracción no desaparecerá.

Sin embargo, un hombre joven que decide estar con una mujer madura busca en ella una mayor calidez, tolerancia y estabilidad que no encuentra en las mujeres jóvenes.

En resumen, muchas mujeres han sentenciado: “Si hay amor, yo no miro el carnet".

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