A propósito del Premio Nacional de Literatura

22 Julio 2010
Soy una mujer que siente vergüenza que una escritora como Isabel Allende sea denostada de una manera tan artera por sus propios pares y en su propia Patria.Por Iris Aceitón
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No soy artista, ni periodista, ni académica. Soy esa mujer chilena que una vez a la semana tiene que ir a la feria más cercana de su barrio, porque los precios son más bajos, para estirar con el más auténtico realismo mágico el vil dinerillo del mes. Soy esa mujer que se compra la ropa cuando las liquidaciones por término de temporada, rebajan hasta en un 60% sus precios iniciales, demostrándonos cuál es el margen de ganancia de nuestros “sacrificados empresarios”. Soy esa mujer que no va al gimnasio a sabiendas que está excedida de peso; que va a la peluquería sólo un par de veces al año, no porque no sea pretenciosa; sino porque ese dinero está destinado para algo más esencial. Soy esa mujer que sufrió en su propia carne las garras de la dictadura chilena. Soy esa mujer que lee mucho menos de lo que quisiera. Los libros, por su precio, también son privilegios de unos pocos.
Soy una mujer que siente vergüenza que una escritora como Isabel Allende sea denostada de una manera tan artera por sus propios pares y en su propia Patria. Con qué moral el señor Edwards la minimiza, hablando de ella sólo como una gran
vendedora de libros. Ud. que profitó como diplomático con cada gobierno de turno. ¿Y ahora, justo ahora se dio cuenta que era un “demócrata”?
Soy una mujer que siente vergüenza al leer a Hermógenes Pérez de Arce cuando asevera: “Que ser mujer es argumento para cualquier cosa.” De existir en ese tiempo, ud. señor Pérez de Arce, habría sido uno de esos críticos que le negaron el Premio Nacional sistemáticamente a nuestra Gabriela Mistral. Por mestiza, por lesbiana, por mujer. Después de cinco años de obtener el Novel, (1945), recién el año 1951, el flamante jurado chileno se dio cuenta que nuestra poeta reunía los méritos suficientes para obtenerlo. Nunca se repuso de tanta discriminación nuestra querida Gabriela, muriendo en un suelo ajeno y llevándose su dolor hasta su tumba.
Siento la misma pena y vergüenza por nuestra María Luisa Bombal, su escueta y maravillosa obra es estudiada hasta el día de hoy en las mejores universidades de Norteamérica y del mundo. El deliberante jurado chileno, compuesto siempre por “iluminados machos” nunca le concedieron el mentado reconocimiento.
No la pongan a pelear con Diamela Eltit, otra grande de las letras de nuestro pequeño mundillo literario, hay cabida para las dos, todo a su tiempo.
Isabel Allende, hablo en el nombre de esas mujeres que nunca tuvieron acceso a un magíster o doctorado en letras, ni dentro ni fuera de nuestro país. Hablo en el nombre de esa mujer que va al supermercado en el día de las ofertas de la carne y de las verduras, a sabiendas que todo es propaganda y mentira. Esa mujer que te lee en libros pirateados. Soy la pitonisa y clarividente de la familia al igual que la Clara de la “Casa de los espíritus”. Soy la madre de “Paula” la que lloró junto a ti, hasta quedar rendida con cada página de tu doloroso relato. Soy la heroína, valiente, luchadora e imperfecta de cada una de tus novelas. Soy esa mujer chilena que te agradece porque has sabido contarle al mundo los desgarros de tu patria. .
Isabel Allende, en el nombre de las mujeres simples de este Chile nuestro, yo te concedo inapelablemente el Premio Nacional de Literatura.

Iris Aceitón