El desengaño de la educación chilena

04 Agosto 2011

Es entendible el malestar por la calidad de la educación pública. Sin embargo, no se debe cometer el error de tomar medidas que no apunten a resolver el problema de fondo, que es la calidad de la educación pública.

Sergio Zúñiga >
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Soy uno de los chilenos que estudiaron su educación media en un Liceo Fiscal promedio de provincia, no de excelencia. No tengo mucha conciencia acerca de si la enseñanza que recibí en mis primeros años de educación básica fue buena o mala.

Ya en quinto básico para adelante, incluyendo la enseñanza media, tenía la sospecha de que en realidad no estaba aprendiendo mucho. Me parecía raro que en el Liceo fiscal en que estudié, la profesora de historia sistemáticamente se sentara a leer un libro, y luego de un rato hiciéramos turnos para seguir leyendo ese único libro, sin ningún tipo de dirección o análisis. Cosa parecida pasaba en los otros cursos, incluyendo inglés. Al finalizar la enseñanza media, curiosamente me sentí agradecido de la enseñanza que recibí. Parece que creía el mito de que si era educación estatal, era buena, es decir que se cumplirían ciertos estándares mínimos.

El primer golpe lo recibí en la Prueba de Aptitud Académica de la época (ahora PSU). El segundo golpe en la Universidad, especialmente en los cursos de matemáticas. Allí comenzaron los cuestionamientos y el desengaño en serio. Tenía compañeros de curso que de entrada tenían una ventaja abismante. Por años había sido engañado. Tantos sacrificios, tantas horas sentado en las salas de clases, tantos viajes al colegio para nada. Todo fue una gran pérdida de tiempo. Se me hizo creer que había recibido las herramientas necesarias para desarrollar apropiadamente mis capacidades.

Con los años, observando otros casos similares, me convertí en un crítico de la calidad de la enseñanza básica y media fiscal (dejando de lado un reducido grupo de colegios públicos de excelencia). Pero este desengaño no se produce necesariamente en todas las personas que recibieron una educación de baja calidad. Por una parte existe en aprecio natural a los profesores que compartieron tanto tiempo con uno, lo que impide ser objetivo y considerar aisladamente las herramientas objetivas que nos proporcionaron. Por otro lado, mucha gente no ha tenido que someter sus conocimientos a una prueba formal, ni ha tenido la oportunidad de compararse con otras realidades.

Pero los fríos datos están ahí. El chileno medio utiliza 400 palabras, a años-luz de un alemán culto que maneja 16.000 palabras, y de Goethe que utilizaba 80.000. Hoy nos enteramos porque existe abundancia de información, rankings de calidad y desempeño. Uno está medio indignado si debe estudiar en un Colegio de baja calidad porque no tiene otra opción. Pero está totalmente indignado si pensó que la educación era buena allí, y finalmente no lo fue. Este tipo de estafas son tan indignantes porque se materializan durante tantos años como duró esa mala educación. El desengaño en mayor cuando se da cuenta de los costos futuros que debe asumir producto del engaño, y que incluyen la dificultad para acceder a las mejores universidades, a las redes de contactos, y en definitiva a mejores niveles de remuneraciones y de calidad de vida, entre muchos otros.

¿Cómo no sentirse desengañado, si después de cientos de horas de clases presenciales de inglés, y aprobando con buenas notas, resulta que se es incapaz de comprender segmentos básicos de una película en inglés? ¿Si el 85% terminó con una comprensión lectora básica, mientras en Estados Unidos esta cifra alcanza sólo a un 20%? Estoy convencido de que la indignación que provoca el desengaño educacional es la principal fuerza que ha impulsado las protestas estudiantiles de los últimos años en Chile. Ese es mi diagnóstico del problema. En ese sentido comprendo y justifico completamente el desengaño.

¿Cuáles son las soluciones? Obviamente, la solución pasa por mejorar la calidad de la educación básica y media pública, y por mejorar los niveles de información respecto a la calidad de la educación que se imparte. Mejorar la calidad significa mejorar el desempeño de los profesores que trabajan en los colegios públicos. He dejado de lado medidas públicas para los colegios privados y enseñanza superior, pues el problema no está allí. Erróneamente, el petitorio de la Federación de Estudiantes de Chile (Fech) se centra en la democratización y financiamiento. Ambas solicitudes no tienen relación con la calidad de la educación y de la información, que son los verdaderos problemas. No se mejora la gestión de una organización social por la vía de asegurar el derecho de participación de estudiantes, funcionarios y académicos. Esto está muy claro en todos los modelos de gestión eficiente que se estudian, y que existen en la realidad.

También se ha solicitado la democratización del acceso a la Educación Superior buscando mayor integración social. Si queremos universidades de excelencia como algunas de las que existen en los EEUU, el ingreso debe hacerse evaluando las aptitudes de los candidatos, y no sus necesidades económicas. En muchas Universidades europeas se dejó de lado este principio, y hoy sabemos qué la mayor parte de los mejores científicos y los premios Nobel no están en la Europa continental. Esto significa que el candidato con aptitudes y sin recursos debe ser apoyado por el Estado, y que el candidato sin aptitudes y sin recursos no puede ser subsidiado por el Estado para estudiar una carrera universitaria. Es decir, puesto que los recursos económicos son escasos, debe focalizarse el apoyo económico de todos los chilenos en los estudiantes que hayan mostrado mayores aptitudes. Se propone también el aumento del aporte del Estado en el financiamiento de la Educación Pública. Sin embargo, aumentar el financiamiento per se no mejora la calidad, sino que incluso puede tener el efecto contrario.

El Estado no puede ser un financista de organizaciones ineficientes (colegios públicos de mala calidad), usando para eso el dinero de todos los chilenos. Para que un mayor financiamiento tenga el efecto deseado, debe ser asignado exactamente donde tenga el mayor impacto o beneficio final. Y esto significa que el financiamiento no debe ser entregado a las instituciones, sino a las personas directamente, es decir a los estudiantes que así lo requieran, a través de un sistema de vouchers. Europa viene de regreso de un sistema de protección, en que se privilegió el gasto público por sobre el desempeño. Prueba de ello, es que actualmente quedan solo 5 de 27 países con gobiernos socialistas. También es prueba de esto el enorme déficit fiscal de países como Portugal, Irlanda, Grecia y España, los que tienen a la Comunidad Europea al borde de su disolución.

Existen experiencias exitosas del sistema de vouchers escolares en los estados de Indiana, Pennsylvania y Florida, y se seguirán implementando en otros países progresivamente. En resumen, no se puede sino estar de acuerdo con el malestar derivado del desengaño por la calidad de la educación pública. Sin embargo, no se debe cometer el error de tomar medidas que no apunten a resolver el problema de fondo, que es la calidad de la educación pública y de la información acerca de ésta.

Comentarios

Imagen de marcelo u

Un poco de lucidez de vez en

Un poco de lucidez de vez en cuando alegra el espiritu, soy un convencido que el que exige y el que niega estan MAL, prefiero en cambio al que propone en concecuencia, sin sesgos politicos. EN relacion a esto debemos estar atentos a las propuestas de Mario Weissbluth, quien en su twitter pone: " No vamos a hacer 1 propuesta frágil/incompleta. Debe ser técnicamente sólida
y políticamente viable, para que contribuya a discusión y consenso". Genial.