¿Cómo reconocer los signos de abuso en niños?

08 Julio 2016

Debemos estar atentos a las señales que pueden alertar sobre la existencia de abusos a personas cercanas y sus principales consecuencias.

Equipo El Obser... >
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De acuerdo al 4° Estudio de Maltrato Infantil de la Unicef, no existen cifras totales sobre abuso sexual infantil en Chile, puesto que entre un 75 y un 80% de los casos que afectan a niños y niñas en nuestro país no son denunciados. Pese a ello, el informe es decidor en cuanto a quiénes sufren y ejercen este tipo de violencia: las víctimas son mayoritariamente niñas de entre 5 y 9 años, seguido por el rango que va de los 10 a los 14 años, y el perfil del abusador es en un 75,1% hombres, que en un 50,4% son familiares de los menores. 

Todo lo anterior concuerda con la realidad que vivió la destacada atleta nacional, Érika Olivera, quien el fin de semana pasado denunció públicamente a su padrastro por abuso sexual durante más de una década. Pese a que Olivera relató que recurrió a su madre, ella no la habría apoyado, perpetuando así la situación por años. 

Muchas veces el problema se prolonga porque los niños no siempre son capaces de relatar estos hechos, sin embargo, el abuso sexual tiene efectos o consecuencias graves en la vida y desarrollo de los niños y niñas, cuyos signos pueden ser útiles al momento de fundamentar una sospecha y validar un diagnóstico de agresión sexual. ¿Cómo reconocerlos?. 

“Desde este punto de vista se les denomina indicadores y éstos pueden ser físicos, emocionales, conductuales, sexualizados y no sexualizados, directos o indirectos, entre otras categorías”, explica la docente de la escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico, Ximena Montero,quien señala que hay ciertos signos que deben alertarnos, muchos de los cuales están contenidos en la Guía Educativa en Prevención del Abuso Sexual a Niños y Niñas del Ministerio de Justicia 2012: 

Entre los indicadores físicos, está la presencia de cualquier señal anormal en el cuerpo y genitales de los niños y niñas, tales como irritación, lesión, sangramiento, infección, presencia de dolor o molestias en área genital, infecciones urinarias recurrentes, cuerpos extraños en el ano y la vagina, retroceso en el proceso de control de esfínter, es decir, se orinan (eneuresis) o defecan (encopresis) y embarazo oculto y/o precoz, entre otros. 

Como indicadores conductuales, manifiestan un comportamiento sexual inapropiado para su edad, tales como: masturbación compulsiva, promiscuidad sexual, exacerbación en conductas de carácter sexual, agresión sexual a otros niños, presencia de conocimientos sexuales poco comunes para la edad (por ejemplo, un niño pequeño que hace comentarios acerca de sexo oral) y comportamientos extraños (por ejemplo, vestirse con varias capas de ropa o acostarse vestido para dormir). 

Y los indicadores psicológicos o emocionales, pueden ser cambios repentinos en la conducta o en el rendimiento escolar; dificultad en establecer límites relacionales, tales como desconfianza o excesiva confianza; resistencia a regresar a la casa después del colegio; retroceso en el lenguaje; trastornos del sueño; desórdenes en la alimentación; fugas del hogar; autoestima disminuida; trastornos somáticos como dolor de cabeza y/o abdominal, desmayos, etc; ansiedad, inestabilidad emocional, sentimientos de culpa, inhibición o pudor excesivo; aislamiento, escasa relación con sus compañeros o miedo a estar solo o con algún miembro específico de la familia; intentos de suicidio o ideas suicidas. 

Si bien existe una gran variabilidad de efectos sintomáticos asociados a las agresiones sexuales y no hay un síndrome característico, único o específico que se derive directamente de dicha experiencia, hay algunos síntomas psicológicos más o menos comunes. “Ellos varían de acuerdo al tipo de victimización que el niño sufre, a la edad de inicio, al momento evolutivo que atraviesa, a la cronicidad, frecuencia, uso de violencia, fase alcanzada del abuso, al tipo de relación con el abusador, al grado de apoyo que recibe, etc. En este sentido, es conveniente estar alerta a cualquier cambio de conducta significativo que los niños manifiesten y que den cuenta de un posible sufrimiento”, afirma Ximena Montero. 

La profesional indica que hay que considerar que los niños, niñas o adolescentes, no siempre sufren de manera manifiesta y que los abusadores, sobre todo cuando son figuras cercanas, no siempre actúan a través de la violencia y la intimidación. “Muchas veces la victimización se va dando a través de conductas de seducción, acercamiento y establecimiento de un vínculo, donde el abusador manipula, ganando la confianza del niño y de su familia, usando maniobras emocionales para ganar la lealtad y asegurar el silencio de los niños o niñas, incluso estimulando su participación en el abuso, lo que genera grave daño y constituye una dinámica perversa devastadora para la víctima”, finaliza la docente de la Escuela de Psicología de la Universidad el Pacífico, Ximena Montero.