Experta española: “Me sorprende que en Chile se considere que tienen un problema migratorio”

16 Diciembre 2016

Desde su punto de vista, Chile no tiene un real problema de inmigración.

Equipo El Obser... >
authenticated user Editor

En el último tiempo, especialmente luego de algunos acontecimientos internacionales como la llegada al poder de facciones más conservadoras, proteccionistas y nacionalistas en lugares como EEUU o Europa, la temática de la inmigración se ha hecho más evidente, algo ante lo cual Chile no está ajeno.

Sólo basta apreciar cómo algunas facciones políticas y algunos presidenciables instan a impulsar medidas más restrictivas hacia los inmigrantes, a quienes incluso han calificado de delincuentes. 

Es más, algunas cifras también avalan dichas posturas anti-inmigración, tal como se manifiesta en la encuesta Cadem Plaza Pública, que indica que sólo un 24% cree que Chile debe mantener una política de puertas abiertas y un 75% señala que se deben poner restricciones. 

Pero en el otro lado de la moneda, los datos también son concretos. Por ejemplo, los extranjeros imputados en cárceles chilenas representan sólo el 0,36%; los inmigrantes tienen en promedio 12,5 años de escolaridad versus 10,8 de los chilenos, es decir, son más escolarizados y educados que los nacionales, tal como se menciona en la encuesta Casen del 2014. A ello se suma lo que plantea el director nacional del Servicio Jesuita de Migrantes, sacerdote Miguel Yaksic, quien dice que el país tiene una tasa de inmigración que alcanza sólo al 2,8%, cuando en países de la OCDE la cifra supera el 13%. 

Opinión que comparte la abogada Carmen Parra , Directora de la Cátedra de Economía Solidaria de la Universidad Abat Oliba CEU de España y Doctora en Derecho de la Universitat de Barcelona, quien fue invitada por la Universidad del Pacífico a compartir su experiencia en el contexto del Lanzamiento del Núcleo Académico Desarrollo Humano y Economía Social de la Facultad de Ciencias Humanas y Educación de la casa de estudios, entre otras actividades. 

A mí me ha sorprendido el hecho de que se entienda como un problema migratorio, cuando en nuestro caso, en España, la inmigración ha sido efectivamente masiva”, señaló. 

Desde su punto de vista, Chile no tiene un real problema de inmigración. “Creo que en el caso de Chile, la Cordillera de Los Andes ha funcionado como una barrera natural que ha evitado que fuera un país que recibiera muchos inmigrantes. De hecho, la inmigración más fuerte acá, fue la inmigración europea, principalmente alemana, y que es lo que nosotros percibimos y por lo cual llamamos a Chile la Alemania de América, lo que incluso se nota en la manera en que trabaja”, argumenta. 

Entonces, en este sentido, cree que Chile aún puede gestionar muy bien esa corta inmigración presente. “En primer lugar, con una política gubernamental, en la que los flujos migratorios estén controlados, es decir, para que lleguen con una estructura, por ejemplo con cupos migratorios como lo que sucede en España, en donde dejamos entrar a los que tengan que entrar, con cualificaciones laborales determinadas”, precisa la experta. 

Para la profesional española es importante que el Gobierno chileno considere pronto el tipo de tensión que se ha credo dentro de la sociedad, para que se adelante con esta política de inmigración y con una políticas comunicativa en la que explique cuáles son sus herramientas y cómo va a recibir a ese inmigrante. “Primero para que sea aceptado y segundo para que no se produzcan desajustes dentro de la sociedad”, advierte. 

Carmen Parra señala también que es relevante que en el país se considere qué tipo de inmigrante es el que efectivamente está llegando. “Hay que tener en cuenta que un inmigrante económico es el regresa normalmente luego a su país de origen, en donde dejó a su familia, una vez que ha adquirido un estatus. Y está el que no puede volver, porque no tiene país o está tan destruido, como es el caso de los refugiados de guerra o que han huido por catástrofes naturales, como es el caso de los haitianos”, aclara. 

En este contexto, la experta española comenta que para apoyar a este tipo de inmigrante se requiere de la formación y ubicación en espacios a su medida. “En primer lugar es un inmigrante que viene con idiomas. Entonces creo que si hay un sector turístico, hay que darles una formación e incorporarlos en un sector en donde él pueda aportar algo a Chile o darles herramientas profesionales, para luego ubicarlos en sectores donde haya espacios en el área laboral chilena. Eso evita crear malestar o sentido de intromisión dentro de la sociedad”, propone. 

En este plano, explica que la inmigración debe considerarse como una oportunidad y no como una amenaza. “La importancia de los movimientos migratorios es el poder dar respuesta a un mundo globalizado e imagino que las soluciones son diferentes dependiendo de los países o continentes. Pero en Europa, por ejemplo, es un lugar que se está envejeciendo y las oportunidades que da la inmigración para mano de obra joven es importante; ellos refuerzan la economía. Entonces no hay que verlo como una amenaza, sino como una oportunidad, porque en definitiva el inmigrante viene a contribuir económicamente, tanto para beneficiarse él como para beneficiar al país a donde llega”, asegura. 

¿Qué presenta la economía solidaria a esta problemática? 

Carmen Parra es experta en Economía Solidaria, la cual define simplemente como la inserción por el trabajo. “Nosotros no consideramos solidaridad sinónimo de caridad, sino que como un sistema por el cual una parte de la sociedad, que está plenamente incorporada social y laboralmente, tiene que ayudar a otra que por diferentes razones ha sido excluida. Y esto es más que una ayuda, es una colaboración”, explica. 

En este sentido, la forma de trabajar puede ayudar a la solución no sólo de la inmigración, sino de cualquier tipo de problemática que represente exclusión. “Efectivamente es mucho más amplio. La economía solidaria sirve para trabajar en el mundo de la discapacidad, para el mundo de integración de mujeres, para el mundo de la integración de inmigrantes”, detalla. 

Este sistema de economía, cercana a la economía colaborativa, circular, civil o popular, que nace en Francia en la década de los ´60, es parte de una red de una nueva economía. “Tiene en cuenta aspectos sociales, es decir, donde hay que ganar dinero porque es con ánimo de lucro, pero donde estamos cumpliendo una función social, para mejorar la sociedad en la que está inserta”, indica Parra 

Uno de los instrumentos con los que cuenta, son las empresas de inserción. “Allí trabajan personas que son normalizadas, porque en muchas ocasiones son personas que vienen del mundo de la droga, de la delincuencia, donde se les enseña a trabajar competencias –como hábitos de rutina, de limpieza, disciplina y oficio– para que puedan volver a incorporarse al sistema laboral. Y lo que intentamos con la empresa tradicional es que ésta utilice todo su sistema de RSE para colaborar con este tipo de empresas. Por ejemplo, a nivel universitario hay que reciclar el papel y podemos dar este papel a una gran multinacional o darlo a una empresa de inserción que trabaja con estos jóvenes. Es esa una manera de cómo beneficiamos a la sociedad”, argumenta. 

Otras de las herramientas que usa este sistema de economía son los fundracing o patrocinios para empresas que aporten benéficamente en el entorno en que se insertan o con la creación de ciertas cláusulas socialespara implicar al poder público. “Por ejemplo, incorporándolas a contratos que tienen las administraciones públicas y que dan preferencia a empresas que están ayudando a incorporar a personas que vienen de la exclusión social. En Barcelona, por ejemplo, existe una fundación que trabaja con mujeres ex presidiarias. Ellas han montado un sistema de catering para organismos, ayuntamientos y Gobierno, y si se tiene que concursar para servir una comida, esta empresa tiene preferencia por ser una empresa que está cumpliendo con ese fin social”, acota. 

La especialista finaliza mencionando que “este es todo un movimiento, pero que no hay que entenderlo como un sustituto de, sino como un complemento para buscar esas sinergias y colaboraciones en lo que sería el sector puramente capitalista y el sector más social”, concluye la experta española en la Universidad del Pacífico.