La violencia contra niños y niñas: un mal naturalizado

21 Noviembre 2013

Por Paola Maluenda, coordinadora de la Oficina de Protección de Derechos Infanto-juveniles (OPD) de La Serena

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Este 20 de noviembre se conmemoraron 24 años de la Convención sobre los Derechos del Niño, pero es probable que usted no conozca dicha Convención, porque a pesar de que Chile ratificó este documento internacional hace más de veinte años, no  se han logrado cambios significativos que permitan visibilizar los derechos de los niños, niñas y adolescentes y reconocer su protección integral como un prioridad.

En una primera instancia, quise reflexionar en torno al 4° Estudio sobre Maltrato Infantil, elaborado por Unicef, el cual concluyó que un 71% de los niños y niñas encuestados, menores de 14 años, había vivido algún tipo de violencia ejercida por sus padres. Pero luego identifiqué la necesidad de ampliar la mirada, apuntando al fenómeno social que subyace ésta y otras vulneraciones de derechos: la  violencia.

La violencia contra niños y niñas puede manifestarse de diversas formas: la vivida al interior de sus hogares, en los entornos e instituciones que frecuentan, la violencia sexual ejercida por cercanos o desconocidos, así como también los posibles homicidios. Además, la violencia se manifiesta en distintos niveles, como el nivel simbólico, aquel conformado por múltiples representaciones, significados y percepciones que legitiman la violencia, consecuencia de creencias y estructuras de una determinada sociedad.

Las personas obedecen a creencias sin tomar conciencia de su carácter instaurado, llegando a naturalizar, por ejemplo, el castigo físico contra niños y adolescentes.  No hace muchos años, la educación chilena permitía el uso de la varilla como método de enseñanza, sin embargo, hoy en día ningún colegio podría avalar aquel método.

Sí, es cierto, la sociedad chilena ha vivido transformaciones positivas respecto del trato que nosotros, los adultos y adultas, damos a los niños y adolescentes, ¿pero estas transformaciones han sido suficientes? El Primer Informe de Violencia contra Niños, Niñas y Adolescentes, publicado en el mes de mayo por el Observatorio de la Niñez y la Adolescencia, nos entrega una respuesta certera: no, aquellas transformaciones no han sido suficientes para vivir plenamente el Enfoque de Derechos.

El mismo Informe define este Enfoque de Derechos como una lectura de la realidad fundamentada en la relación entre la Convención sobre los Derechos del Niño y la Declaración Universal de Derechos Humanos. Es decir, los derechos del niño y niña son derechos humanos, lo que en la práctica significa que se rompe con la tendencia a invisibilizarlos o considerarlos como personas de “segunda categoría” y se les comienza a asumir y comprender como sujetos de derechos”.

Los niños y adolescentes entendidos como sujetos de su propia vida, su propio desarrollo y capaces de participar en las determinaciones que le conciernen, abandonando el concepto de niño-objeto, al cual pudiésemos someter a maltratos, abusos o explotación.

Según este Primer Informe de Violencia,  durante el año 2011 se registró un total de 40.197 niños, niñas y adolescentes víctimas de algún tipo de violencia,  lo cual se traduce a 4,5 víctimas por hora. Sin embargo, el Informe se basa sólo en las denuncias realizadas ante Carabineros ¿Qué sucede con la violencia no denunciada ni detectada?

Diversos autores se han referido a las consecuencias negativas de la violencia en el desarrollo biológico, neurológico, emocional, moral, social y espiritual de los niños, niñas y adolescentes, quedando claro que definitivamente hay un impacto importante en su estado de salud, en su capacidad de aprendizaje, destruyéndose paulatinamente su autoestima y existiendo altas probabilidades de replicar el mismo modelo de crianza con sus propios hijos en el futuro. 

A eso se suman temas emergentes como las situaciones de violencia en el pololeo, que, según un sondeo de opinión realizado por el INJUV, un 61% de las y los jóvenes encuestados conoce a una persona de su entorno que ha vivido situaciones de violencia en una relación de pareja. Asimismo, un 78% supo de insultos o gritos, 58% de golpes y un 52% de amenazas. No obstante,  sólo el 45% de las y los encuestados considera que realizar amenazas, empujarse o tirarse cosas son conductas violentas. 

Podríamos señalar que la violencia contra niños, niñas y adolescentes es un problema de salud pública, dado que las secuelas se vuelven prácticamente irreversibles cuando el sometimiento a situaciones violentas ha sido crónico. De allí el llamado a las autoridades a priorizar esta problemática y un llamado a la comunidad a ser parte de acciones de prevención, detección, denuncia y generación de conciencia sobre la violencia simbólica que logremos identificar en nuestro entorno más cercano.