Ley de Parkinson: no por mucho madrugar amanece más temprano

06 Julio 2020

La pandemia nos ha impuesto el desafío del teletrabajo, y como congeniar la productividad y los resultados, sin someter a estrés a los trabajadores. Parkinson tiene algunas respuestas a este dilema.

Gwen Saffie >
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Cyril Northcote Parkinson (30/07/1909 – 09/03/1993) fue un historiador naval y prolífico escritor británico.  En 1955 publicó un artículo en tono de sátira, criticando la ineficiencia y burocracia de la administración pública, que continuamente aumentaba su personal y costos relacionados, pero realizando la misma cantidad de trabajo. En el artículo, Parkinson determinó que "el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine".

La reflexión, que posteriormente desarrolló en un libro, es considerada uno de los grandes aportes al estudio de la administración y servicio público.

Aplicando esta ley a nuestro trabajo -particularmente en esta realidad de pandemia- esta se refleja en una situación cotidiana: si para realizar alguna labor tenemos una fecha de entrega ajustada, trabajaremos con determinación para cumplir con el plazo pactado. Pero si tenemos más días para la misma tarea, probablemente ocupemos más tiempo en detalles, reuniones, comisiones, equipos y labores que expandirán el trabajo al tiempo disponible para realizarlo. 

Aumentar la productividad laboral permite así reducir las horas de trabajo, evitando caer en largas y extenuantes jornadas de trabajo que no se ven reflejadas en el producto final. 

Actualmente, el teletrabajo aumenta la dificultad de separar los espacios laborales y familiares. Esta realidad, sumada a la sensación de trabajar sin lograr los resultados esperados nos puede llevar a experimentar lo que los norteamericanos conocen como “burnout” y los japoneses llaman “karoshi”. En buen chileno, se trata de agotamiento laboral. Este cuadro se asocia a un estrés prolongado, en el cual el afectado ha ignorado los síntomas y sigue trabajando. 

En 2019, la Organización Mundial de la Salud la consideró dentro de su clasificación de enfermedades como un síndrome ocupacional que presenta tres rasgos principales: sensación de falta de energía o agotamiento; efectividad reducida en el ámbito profesional y distanciamiento mental hacia el trabajo o sensación de negatividad respecto de este. 

Implementar en nuestro trabajo cotidiano las enseñanzas que nos deja la Ley de Parkinson nos permitirá gestionar adecuadamente nuestro tiempo, identificar prioridades, asignar horarios, probar nuevas metodologías y trabajar de acuerdo con las horas que se requieren para cada tarea, no con las que tenemos disponibles para su consecución.