Los miles de rostros del incendio de Valparaíso

18 Abril 2014

¿Como poner rostro a una tragedia que tiene miles de rostros?. El rostro de la pena, de la amargura, del dolor, pero también de la esperanza, de la fuerza, y del valor para enfrentar una de las peores catástrofes del último tiempo en Chile.

Carlos Ruiz B. >
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Es imposible no conmoverse a cada segundo mientras uno recorrre las calles y cerros de Valparaíso. Una emoción por minuto que va marcando a quienes deambulan por sus distintos recovecos y que trata de asimilar la magnitud de la catástrofe que allí se vivió, y se sigue viviendo.

Tras volver del puerto me pregunté varias veces como transmitir lo que había visto y vivido, pero probablemente me quedaré corto, por que las emociones se viven a flor de piel a cada paso y a cada metro que se recorre.

Siempre en el periodismo se enseña que hay que poner rostro a las noticias. Humanizar el reportaje, la nota, ponerse en el lugar del otro. Pero cuando una tragedia como la de Valparaíso tiene miles de rostros, la tarea se vuelve titánica. Tan titánica como el temple de quienes hoy se levantan, literalmente de las cenizas, y de quienes les tienden una mano para lograr su objetivo.

"Esta era mi casa"

En la calle Padre Febres, del Cerro La Merced, la señora Teresa Navarrete está sentada sobre los restos chamuscados de una silla. Contemplativa, mirando los escombros. Sin decir ni una palabra.

- "Hola buenas tardes, ¿esta era su casa?.

- "Hola, sí. Esta era mi casa" me contesta y no se que más decir. La "casa" no es más que 2 paredes de cemento, un montón de fierros retorcidos, y un árbol chamuscado. 

La señora Teresa nos da una luz para entender como el fuego avanzó tan rápido que nadie tuvo tiempo de salvar algo. "Nosotros mirábamos al frente, al Cerro La Cruz, al otro lado, y veíamos y pucha, lamentabámos lo que estaba pasando, ya que la otra vez también se quemaron, entonces, decíamos, pucha otra vez a ellos, de nuevo".

Pero a los pocos minutos, se dio cuenta que ella también iba a ser una víctima más del fuego. "De ahí entramos a tomar once y salimos, y el fuego estaba ahí. Se dio vuelta el viento, no se que pasó. Lo único que atinamos a hacer, por que tengo 2 nietos, los agarré y le dije a mi mamá, mamá mamá, arranquemos. Mi marido trató de salvar algo, pero no se pudo".

No quedó nada. Y cuando decimos nada, es destrucción total. El fuego ardió hasta que prácticamente se consumió porque no había nada más que alimentara su furia. Y la señora Teresa mira el árbol chamuscado, la herencia familiar que finalmente fue el propagador del fuego a su casa y a la de sus familires y vecinos. "Agarró el árbol, la señora (su madre) nunca quiso cortarlo por que dice que es una herencia de su mamá. Prendiendo eso tiró chispas para todos lados. Nosotros aca como vecinos somos todos familiares. En media hora se consumió todo...treinta años que vivíamos aquí. Perdimos todo. Salimos con lo puesto".

"Esto era un horno. Lo único que había que hacer era arrancar" señala. Al otro día, el escenario era el del trabajo de toda una vida consumido en minutos.  "Llegamos en la mañana y era desolador. Yo pensé que ibamos a encontrar algo, por último paredes. Encontramos 2 paredes allá, 2 parades acá y lo demás se había caído todo. Llorar llorar y llorar y luego respirar profundo, salir adelante" señala haciendo una mueca de resignación, pero también de ganas de salir adelante.

Como hormiguitas

En el Muelle Barón, desde las 8 de la mañana comienzan a llegar en masa cientos y cientos de jóvenes. En grupos o en solitario, comienzan a mezclarse con los militares que custodian cada rincón de la ciudad, con los cadetes de la Escuela Naval y con las y los Carabineros que llegan a descargar los camiones que llegan desde disntintos puntos del país.

Camiones con letreros de apoyo en sus costados, banderas chilenas, y mensajes de amor y solidaridad desde lugares tan diversos como Padre Hurtado, Machalí, Nuñoa, La Serena, Los Andes, Copiapó y otros, llenos de alimentos, útiles de aseo, ropa de cama y colchones.

Luego de su descarga, los elementos van pasando por cadenas humanas hacia el interior de los galpones, en donde ya esa hora trabajan miles de voluntarios, cual ejercito de hormigas, en clasificar y embalar la ropa, que sale nuevamente en otros camiones hacia los cerros.

Matías Bahamondes es una de esas "hormiguitas". Estudiante de la Universidad Católica de Valparaíso. Viene acompañado de 3 compañeros puntualmente a las 8 a ayudar en el muelle a clasificar las donaciones. "Nos juntamos para venir a ayudar a la gente que perdió su casa, estar con los niños, con las familias que se quedaron con nada. Tenemos el tiempo y las ganas de ayudar y si no lo hacemos, cuando" señala.

Los rostros de estos jovenes iluminados por las ganas de ayudar se repiten por miles. Mientras unos llegan hasta el Muelle, otros salen desde las Universidades con palas y mascarillas y caminan cuesta arriba hasta los cerros. Los trolley llevan gratis a los estudiantes que van a ayudar, mientras otros caminan hasta lo más empinado de los cerros cubiertos de cenizas, las cuales, tras horas de trabajo a pleno sol, van tiznando sus caras.

"Sí, estoy cansada, pero tenemos que seguir por que despues va a llover y estas personas no tienen techo, ¿cachai?, me dice Daniela, estudiante de la Universidad Técnica Federico Santa María. Con guantes en las manos y un pañuelo, en la cara, es un eslabón más en la cadena humana que va sacando los escombros desde el cerro, para volver a levantarlo.

Y es que los cerros están llenos de estudiantes voluntarios. Pero nadie estorba. Están todos muy bien organizados. "¿Oye, tu de que prensa eres?" me pregunta uno que se llama Gabriel. Y cuando le contesto me dice "ah buena, ¿quieres ver como tenemos organizado el tema de la comida?". Efectivamente, dentro de lo que era la sede vecinal, un comedor comunitario donde trabajan los vecinos y los estudiantes prepara colaciones a los voluntarios y se preocupa que ninguno se vaya a deshidratar. Todo perfectamente organizado.

Del dolor a la esperanza

A pocos días de la tragedia, y mientras bomberos todavia trabajaba en extinguir algunos focos en los cerros, es admirable la rapidez de la comunidad civil, mucho más que la respuesta de las autoridades. "Somos choros y nos volvemos a levantar" reza un lienzo colocado en plena Avenida Argentina. Y no es una pachotada. En los cerros es una realidad. 

El rostro de los porteños, curtidos por las experiencias de la vida, se mezclan con los rostros de cansancio de los bomberos, de los niños, de los cansados pero voluntariosos estudiantes y de las miles de víctimas que hoy que pasan del dolor a la esperanza de la mano de miles de compatriotas que muestran el mejor rostro de Chile, el de la solidaridad.

"Por acá ha pasado todo Chile" señala el alcalde de Valparaíso, Jorge Castro, tras recibir el camión de 25 toneladas procedente de La Serena con la ayuda recolectada por esa comuna. "Con esta ayuda y colaboración nos permiten saber que hay mucha gente en Chile que están procurando ayudarlos para que se pongan pronto de pie”.  

Fotos: Carlos Ruiz