La pandemia nos obligó a estar más conectados a la red que nunca, pero, aun la dificultad en el acceso para muchas personas denota una gran brecha.
Con la llegada del nuevo siglo, la presencia de internet ha transformado nuestra vida cotidiana, impactando fuertemente en nuestras relaciones sociales, hábitos de consumo, trabajo y educación. La alerta sanitaria ha impulsado vertiginosamente esta realidad, que nos permite seguir de la mejor forma posible nuestras vidas, a pesar de las restricciones que la pandemia ha impuesto.
La pregunta es: ¿Estamos preparados para esta nueva forma de vida?
Según un informe de la Cámara de Comercio de Santiago (CCS), entre la primera y la última semana de marzo hubo un incremento de ventas en las tiendas online: mientras que en la primera semana del mes se registraba un 30% de aumento en las ventas online, esto continuó creciendo la segunda semana (50%) y en la tercera (70%), coincidiendo con la aplicación de restricciones al movimiento de personas en las calles. De acuerdo con la CCS, el porcentaje de empresas que vende online en Chile alcanzó al 15%, marcando el inicio del despegue de la participación de micro y pequeñas empresas en las plataformas digitales.
Estar en contacto con nuestros familiares y amigos ha convertido a la videoconferencia en uno de los servicios más demandados durante el confinamiento, siendo los más utilizados Microsoft Teams, Houseparty o Zoom. En este último caso, las cifras son elocuentes: mientras que en diciembre de 2019 tuvieron un máximo de 10 millones de usuarios diarios, en marzo de 2020 esta cifra aumentó a 200 millones.
En el caso de la educación escolar, la demanda generada por la cuarentena fue masiva e inmediata. Tras las suspensión de clases, el Ministerio de Educación implementó un plan de aprendizaje online a través de la plataforma aprendoenlinea.mineduc.cl
Los colegios se prepararon -con mayor o menor premura- para desarrollar el proyecto educativo a distancia, incluyendo clases online y plataformas para organizar el contenido de los cursos, dar seguimiento a tareas y comunicarse con los estudiantes.
Esta nueva realidad crea una clara dependencia del servicio de internet, teléfonos y computadores para continuar la vida cotidiana en medio de la pandemia. En una casa de dos adultos y tres niños, tuvimos que adaptarnos a la nueva demanda de tecnología: aumentamos el plan de internet, pusimos a punto el computador familiar y establecimos un sistema para que todos podamos acceder adecuadamente a estas herramientas.
Acostumbrados a la modalidad de trabajo remoto, para nosotros no ha sido difícil adaptarnos, pero más allá de nuestra experiencia personal, la piedra de tope para que la región y el país se sumen a esta “e-vida” es la gran brecha digital que aún impacta, en especial en zonas más apartadas.
Mientras que en La Serena aproximadamente 3 de cada 4 hogares tiene conexión a internet, este número baja en Coquimbo (dos de cada tres hogares). En Ovalle la cifra cae a uno de cada cinco hogares, mientras que hay 12 comunas con una tasa menor al 10%. De hecho, Canela, Río Hurtado, Paihuano y La Higuera tienen un 0% de acceso a internet.
La brecha también se evidencia al analizar el acceso a internet según rango etáreo: poco más del 20% de los hogares conformados exclusivamente por adultos mayores tiene acceso a este recurso. En los hogares donde hay personas de todas las edades, la proporción asciende a un 63%, mientras que en el caso de los hogares sin integrantes de la tercera edad se llega a un 79% en la Región de Coquimbo.
Lo que antes de la pandemia era considerado una prioridad, hoy es elemento crítico para moverse con soltura en este nuevo escenario digital. El acceso a internet es una necesidad real e inmediata, una herramienta vital para que miles de niños y jóvenes continúen su educación, para que los adultos podamos trabajar desde casa, mantenernos en contacto con nuestros seres queridos, obtener atención médica a distancia, acceder a compras online y también tener un espacio de ocio y cultura.
De una vez por todas, las empresas de telecomunicaciones y autoridades regionales deben acordar los mecanismos para proveer de una adecuada red de internet a todos los habitantes de la región. El momento es ahora.
Las empresas de la región también están llamadas a incorporarse a este proceso de digitalización y comenzar a ofrecer plataformas online para comercializar productos y servicios.
En forma abrupta, nuestro estilo de vida cambió. El desafío hoy es entender las implicancias de esta “e-vida”, así como aportar los mecanismos y herramientas para que esta nueva realidad sea accesible para todos.
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