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No llueve, pero ¿gotea?

26 Enero 2021

Están los que sienten que de seguir haciéndose lo mismo que hasta ahora, los territorios se secarán y despoblarán, pero están otros que sustentan su esperanza en la fuerza de su gente, en la gobernanza local, en ser los protagonistas y promotores de su propio desarrollo.

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Los impactos del cambio climático han golpeado con fuerza los territorios de la región de Coquimbo, principalmente los del secano. Durante 25 años, a través del programa Servicio País, hemos sido testigos de la severidad con que la escasez hídrica y la desertificación están poniendo en jaque los modos de vida de las comunidades campesinas y las posibilidades de desarrollo en nuestra región. Recorriendo estos territorios en compañía de sus habitantes, nos muestran y comentan la gravedad de sus impactos y nos dejan en claro que afecta mucho más que la disponibilidad de agua para el consumo humano y la producción.

Estos fenómenos están generando que la geografía cambie, la flora y fauna silvestre está retrocediendo, las comunidades se han visto obligadas a cambiar su dieta alimenticia, dejando de consumir verduras frescas para consumir productos enlatados, la vida en comunidad se debilita, ya no es posible el desarrollo de la trilla y la minga asociada a ella, porque ya no hay plantaciones de trigo, plantaciones que antiguamente cubrían las faldas de nuestros cerros. Nos relatan cómo la pequeña economía campesina está afectada, los animales se mueren y las huertas se secan.

Nos narran que son múltiples las decisiones que están tomando para hacer frente a esta crisis: algunos deciden migrar con la esperanza de acceder a los beneficios de la modernidad, otros parten con dolor, por tener que dejar el territorio que los vio nacer. Hay quienes deciden quedarse y trabajar para la agroindustria o la minería, y están también los campesinos que se resisten y buscan la forma de trabajar la tierra y defender lo que son. También están unos pocos que retornan, estos últimos son hijos de quienes unos años atrás migraron a la ciudad y que hoy ven con esperanza posibilidades de desarrollo de aquellas localidades en las que aún habitan sus abuelos y familiares. Son muchos los que quisieran volver, nos señala la gente, pero las oportunidades que hoy ofrecen estos territorios no favorecen ese retorno.

La visión de futuro del habitante rural oscila entre el pesimismo y la esperanza. Por un lado están los que sienten que de seguir haciéndose lo mismo que hasta ahora, los territorios se secarán y despoblarán, pero están otros que sustentan su esperanza en la fuerza de su gente, en la gobernanza local, en ser los protagonistas y promotores de su propio desarrollo.

Las comunidades y sus dirigentes han planteado con fuerza una serie de recomendaciones para hacer frente a esta crisis crónica que está viviendo la región de Coquimbo, pero todas nos conducen a que la principal recomendación y desafío es reconocer y visibilizar al habitante rural y sus principales riquezas, como sus oficios, saberes ancestrales, la genética de sus cultivares, entre otros, a la hora de construir planes y programas que busquen contribuir al desarrollo rural.

El problema de la crisis hídrica no es sólo el resultado de la falta de precipitaciones, también es el resultado de procesos sociopolíticos. Esta crisis exige abordarla desde lo técnico, pero también exige considerar las dimensiones humanas, sociales, culturales, que se ven comprometidas. La crisis hídrica afecta todo un modo de vida campesino.

  

Por Andrea Hernández, directora regional de Coquimbo, Fundación Superación de la Pobreza. 

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