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Vuelve el escritor Julio Henry: ¡Entérate de su nuevo material!

06 Marzo 2021

#ViveCultura

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En esta ocasión nos encontramos con la segunda parte de una historia escrita por Julio Henry, un escritor regional con ansias de compartir sus ideas y pensamientos.

Es así como en el Observatodo se da un espacio a la cultura de la zona y a los inminentes literarios.

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"INTERDIMENSIONAL"


"El perro asechó a su presa, otra vez.

Según Antonio, algo le hizo en la otra vida que tenía que pagar en esta. Hans le había vendido una pequeña y extraña bicicleta a Antonio. La verdad es que sólo quería deshacerse de ella.

A cada rato lo dejaba botado y causaba más molestias que las ventajas que ofrecía.

En un momento pensó no pasarle ese problema a Antonio, pero éste insistió en que no sería un problema para él y que de seguro le sacaría buen provecho. Craso error.

¡Tres veces seguidas en el mecánico! Hans empezaba a sospechar que el mecánico era medio chanta y que veía venir esa bici y se sobaba las manos y se saboreaba los labios.

"Ahí viene mi platita fácil. Ojalá nunca se den cuenta que los estoy estafando estos tontos". Era muy escéptico y conspiranoico este Hans.

Antonio alcanzó a irse un par de veces a su casa en la famosa bicicleta. El resto del tiempo solo dolores de cabeza. Pero cuando andaba bien, la bici lo llenaba de satisfacción.

Podía ir a su trabajo en el Hospital cómodamente, podía pasarse los tacos, estacionar en cualquier lado. Como en La Serena las distancias son relativamente cortas, no había lugar al que no pudiera llegar en su extraña bici.

El perro ya había atacado a Rogelio en sus sueños. Parece que era capaz de atormentar a otros tan solo cerrando los ojos y recostándose a dormir la siesta fuera del local de pizza donde solía estar. Creo que vivía ahí porque tenía amenazados a los trabajadores del establecimiento. Lo tenían que alimentar o si no, sentirían su furia.

Era de temer este perro, aunque su aspecto en el plano material era bajito, medio rubicundo, regordete y bien conservado para ser un perro callejero. Antonio iba feliz viajando en la famosa bicicleta. Se había pasado a varios autos que luchaban por salir del taco infernal que se forma en Balmaceda. Se reía sólo. Miraba por encima del hombro, de reojo. Soberbio. Y de repente todo cambió.

Sus piernas empezaron a hacer rodar los pedales pero no podía avanzar. Algo raro pasaba. No quería mirarla; sabía que todos los problemas de la máquina estaban volviendo de nuevo. Ya no podría mirar a los demás desde arriba. Tendría que detenerse, salir de la pista, subir a la vereda, y a vista y paciencia de todos echarle una mirada clínica a su vehículo malogrado.

Su peor pesadilla se materializó: la cadena se cortó. ¡Qué desastre más grande! Antonio no podía creerlo. Faltaban sólo un par de cuadras para llegar al Hospital, a su trabajo de Sanitización. Se cruzaron mil ideas en su mente. Primero se acordó de que el chanta mecánico le había advertido acerca de la cadena. Capaz que algo le hizo el mismo y así plata segura. Luego se acordó de Hans, que le había advertido que la bici era un verdadero cacho.

Luego pensó en su señora, que le había dicho que se cuidara en el camino. "Los autos son muy irrespetuosos", decía. Lo que no sabía ella, ni Antonio, ni Hans, ni el chanta del mecánico era que el peor desastre no sería la bici, ni los autos ni el taco. Seguía, entonces, meditando Antonio por la vereda de Balmaceda, rumbo al Hospital. Caminaba tranquilo y disimulaba su molestia por el percance ocurrido. Era de buen corazón. Trató de verle el lado positivo a la cosa."Bueno, me hacía falta caminar".

De pronto pasó al lado de un local de pizza aún cerrado. No se sentía el olor a pizza, no había gente comiendo pizza, no había ambiente de pizza. Era nada más un local cerrado con un letrero de pizza. De repente Antonio miró hacia abajo.

Curiosamente, ya no iba solo, alguien le estaba haciendo compañía. Como un amante de los animales, se alegró tanto que lo acompañara un perrito callejero que estaba durmiendo fuera del local de pizza. De todo lo malo que le había pasado hoy algo bueno podría contar. De un momento a otro, sin embargo, todo se volvió oscuro de nuevo.

El leal perrito que lo acompañaba en esta tragedia se convirtió en milésimas de segundos en un monstruo gruñón aterrador. Sus ojos se desorbitaron y su rostro de animal se desfiguró completamente. Antonio no alcanzó a reaccionar. Un sólo tarascón bastó para recordarle que ese no era su día de suerte. Quedó sangrando el pobre. Ni siquiera se pudo desquitar, ni siquiera pudo responderle a su bestia negra con algún zapatazo o algún piedrazo para aplacar su impotencia.

Tuvo que resignarse, seguir caminando todo humillado con su bicicleta mala, con su pierna herida y pensando en el perro que mordió a Rogelio en sus sueños y que ahora lo mordió a él en la vida real. La próxima semana tiene que ponerse la segunda de seis vacunas.

¿Y la extraña bicicleta? En el taller, como siempre".

 

Con dedicatoria especial a mi amigo Edu y su extraña bicicleta.

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Imagen: Marca.

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