Por Gabriel Canihuante
Periodista y escritor

No conozco a su autor, Sergio Infante, o quizás sí, pero no lo sabemos. Ni él ni yo. Y como somos amigos en las llamadas redes sociales, por ahí supe de su más reciente novela, “Unquén, el que espera” publicada por Catalonia.

Me interesó por alguna referencia y entonces la compré por Internet -no es que haya dejado de ir a las librerías de La Serena, en todo caso- y llegó más rápido de lo esperado.

Pero no me refería a esto en el título, sino al contenido de Unquén, a la historia de vida de un guerrillero chileno -Lucho- que escapa de la muerte en el sur del país y revive para contar su historia. Una historia compartida por tantos.Estamos hablando de un personaje que se cruza con el autor, según lo vamos sabiendo a medida que leemos, o creemos saberlo.

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Un joven en los años 70, los años de plomo, al decir de muchos. Un muchacho que abandona la carrera de Derecho, en Santiago, para luchar contra la dictadura en los parajes fríos y lluviosos del sur chileno.

Puede parecer romántico, pero no lo fue. Muchos, de carne y hueso, perdieron sus vidas, las verdaderas, en ese intento por alcanzar la victoria. Y la consigna era Vencer o morir.

Es inevitable leerse al leer una novela como la de Infante, al menos a mí me pasó, aunque nunca fui al sur. Pero son otras las coincidencias y por ellas y también por las diferencias, es que disfruté su texto.

Tiene humor y uno se ríe. Así como tiene pasajes que hacen llorar, de rabia, de impotencia porque todo ya pasó y no hay remedio, no hay vuelta atrás. Arrepentimientos o culpas, poco o nada valen.

Hay que seguir a Lucho hasta la página 162 y si no llegamos a quererlo, no importa. Lo crucial no es eso, sino acompañarlo, estar con él para estar con ellos, los que se salvaron y los que no. Y de esa forma, también estaremos con Infante, para decirle simplemente “Gracias por tu libro. Fue un gusto conocerte”.

Algunos lectores pueden ver en “Unquén, el que espera” un viaje al sur como un retorno postrero, innecesario, fuera del tiempo, pero no creo. Lo siento más bien como una declaración de amor al estilo de “Vuelvo al sur”, el tango de Piazzola.

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