La llamada Fase 10 y la conciencia ambientalista

La pandemia del COVID 19 sigue con sus altos y bajos afectando a gran parte del Planeta; y hoy a la preocupación lógica por la pérdida de vidas humanas se suma la incertidumbre por los desastrosos efectos que tiene y seguirá teniendo en la economía mundial. La quiebra de empresas gigantes y el desempleo de millones de personas hacen tambalear las bases del capitalismo. Muchos, en tanto, ya están pensando en la Fase 10, es decir lo que vendrá una vez superada la pandemia.

En una anterior entrega vimos que la preocupación por los daños al ambiente data ya de hace casi medio siglo. Algunos de los hitos que revelan dicha preocupación son el nacimiento, en 1971, de la organización Greenpeace. Un año después se dio a conocer el Informe del Club de Roma, también titulado “Los Límites del Crecimiento”. En Chile, en 1979, desde el ámbito académico surgió el Centro de Investigación y Planificación del Medio Ambiente (CIPMA). Mientras que en 1987 la ONU publicó el informe Nuestro futuro común.  Y en 1992 en Río de Janeiro se llevó a cabo la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio  Ambiente y Desarrollo. 

En los años 80 cuando vivía en Brasil, los devastadores incendios de la selva amazónica eran pan de cada día y noticia recurrente a nivel mundial. Las políticas oficiales de expansión agrícola impulsaban esas grandes quemas de bosque tropical. 

En mayo de 2004 surgieron las primeras señales del desastre del Santuario de la Naturaleza del Río Cruces en Valdivia, cuatro meses después de inaugurada la Planta de la empresa Celulosa Arauco y Constitución. La colonia de cisnes de cuello negro, especie migratoria vulnerable, disminuyó desde 8 mil individuos en enero de 2004 a menos de 400 en mayo de ese año. A nivel nacional, sin duda, este fue un grito de alerta que ayudó a crear conciencia ambiental en miles de chilenos.

En 2006 se  divulgó el documental “Una verdad incómoda” en el que Al Gore, ex vicepresidente de EEUU, llamaba la atención sobre el calentamiento global. Era una voz preclara que abrió los ojos a muchos líderes sociales y políticos. Sin embargo los dueños de las transnacionales no cambiaron sus conductas irresponsables.

En agosto de 2018, Greta Thumberg, una estudiante sueca, decidió no asistir a la escuela los días viernes para demandar que el gobierno de su país redujera las emisiones de carbono sobre la base de lo establecido en el Acuerdo de París. Sin proponérselo se convirtió en un ícono global en la lucha ambientalista y llegó a convocar a más de 4 millones de personas en manifestaciones, en varias ciudades del mundo.

Para algunos estudiosos, es lógico pensar que conoceremos en el futuro otras epidemias como la del COVID 19. El ecologista evolutivo francés Serge Morand, publicó en 2016 (Ed. Fayard) un libro de título premonitorio: «La Prochaine Peste. Une histoire globale des maladies infectieuses». Para este autor, nuestros ecosistemas han perdido la resiliencia y su capacidad de auto regulación. El coronavirus no es el último sobresalto patogénico que afectará nuestro planeta. Mientras la biodiversidad se vaya apagando, este tipo de epidemias se reproducirán. Hay que aprovechar esta crisis para atacar las causas y no para tratar las consecuencias. Morand propone una «desmundialización» y una relocalización de las agriculturas para que sean respetuosas de los ecosistemas.

Hemos visto que el desarrollo de la conciencia ambientalista tiene casi medio siglo de historia. Antes y probablemente después del COVID 19, la tierra ha sido y será fuertemente amenazada por diversas fuentes de contaminación y por la destrucción irreversible de recursos. 

Frente a esta realidad -siempre pensando en la Fase 10- un grupo de 170 académicos holandeses está pensando en un nuevo modelo basado en el decrecimiento económico, la antítesis del capitalismo. Dicho texto puede leerse en: https://www.elclarin.cl/2020/04/23/holandeses-avanzan-en-el-escenario-pospandemia-y-proponen-un-modelo-economico-basado-en-el-decrecimiento/