Disfrutar de New Order en un panal de emociones diversas

07 Diciembre 2016

Homenajeando a Ian Curtis la banda británica brilló en su paso por Chile.

Rodrigo Stark >
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No sé cómo, pero terminé ubicado en la "platea VIP" del Estadio Caupolicán a la espera del inicio del concierto que New Order ofrecería dentro de algunos minutos en Chile. Era la tercera vez que el grupo británico se presentaría en nuestro país y la expectación era grande. Los ingleses habían tocado previamente en Chile el año 2011 (Movistar Arena) y el 2014 (Lollapalloza) y ésta sería la tercera oportunidad.

Si bien debería haber estado en "cancha" como todos los mortales, producto del retraso de una amiga no pude ingresar a dicho sector, el cual rápidamente quedó copado por la gran cantidad de gente que quiso acceder a la localidad.

No obstante lo anterior, no me iba a perder el concierto de mi vida, y en una "avivada" terminamos –yo y mi amiga- en el preciado "palco". En ese lugar de privilegio, pululaban personas con ademanes ABC 1, además de algunos sujetos con pinta de extranjeros. Y ahí estaba yo, esperando a los míticos New Order.

Mi primer acercamiento a esta banda ícono del synthpop -surgida en 1980 de las cenizas de Joy Division tras la muerte de su vocalista, Ian Curtis-, fue justamente en mi "adolescencia noventera". En ese tiempo los cassettes de Nirvana, compartían repisa junto a registros de la banda británica y otros discos de grupos punk antiguos. Era común en aquellos años asumir que Joy Division era prácticamente una banda de punk rock, aunque con un sonido más "oscuro".

PRESENTACIÓN

Cuando eran 21.09 minutos del pasado domingo 4 de diciembre, la agrupación -que mezcla de manera perfecta los sintetizadores con las distorsionadas, pero armoniosas guitarras de su cantante Bernard Sumner- irrumpió en el escenario del Caupolicán, ante la ovación de las cinco mil personas que repletaron el recinto de San Diego. 

Y comenzó el show, que a la larga fue una mixtura entre temas de su último disco "Complete Music" (2015) y sus clásicos éxitos del pasado. Justamente, el primer tema de la presentación fue "Singularity", primer sencillo de esta última placa.

Junto a imágenes proyectadas en pantalla gigante, el ensamblaje de la banda funcionó a la perfección. Si bien ya no estaba en escena el emblemático bajista de Joy Division y New Order, Peter Hook, quien no participó de la reunión del grupo que volvió a las pistas a partir del año 2011, su reemplazante –Tom Chapman- tuvo un cometido más que destacable. El resto de los músicos que acompañó al cantante Bernard Sumner también eran parte de la historia de la agrupación: Stephen Morris (batería), Gillian Gilbert (teclado) y Phil Cunningham (guitarra).

Pasada la euforia inicial del comienzo del concierto, y a pesar de los sucesivos "singles" y éxitos que la banda ofreció a los asistentes –donde destacó Ceremoy, Crystal y Your Silent Face-, sentí al público como hipnotizado, alegre, pero inmóvil. Por lo menos desde arriba, desde la vista del palco, no podía ver una "pista de baile" que era lo que la música debía provocar con su bombo marcial y rítmico, sino que –todo lo contrario- un público respetuoso que danzó con mesura y no se entregó por completo.  

Cuento aparte fue el "ambiente" del palco VIP. La mayoría de los presentes estaban inertes, estáticos, parecían estatuas de cera.

En contraposición, mi amiga y yo parecíamos estar en plena discoteca "Blondie", acompañando los beats de la música con el sabor del presente.

Estábamos en un panal de emociones diversas.

Justo al lado mío –mientras yo regalaba mis mejores pasos- había una joven que durante toda la primera parte del concierto estuvo pegada revisando su teléfono. Esto, hasta que sonó "Bizarre Love Triangle", uno de los temas más conocido de los ingleses. En ese momento la mujer, de unos 25 años, levantó la vista, grabó 20 segundos de la interpretación, subió el registro a Facebook y volvió ensimismarse en su Smartphone. Había cumplido, ya todos sabían que había estado en New Order.

Luego, al ver de nuevo a la cancha, pude apreciar que el tímido público tuvo su momento de mayor algarabía cuando comenzó a sonar el pegajoso sonido del sintetizador de "Blue Monday". Ahí el teatro se vino abajo. Un poco de esta euforia se mantuvo con "Temptation".

El show podría haber terminado ahí y el público se hubiera retirado feliz y satisfecho, pero faltaba la parte emotiva de la jornada. Sumner complació al público chileno al interpretar dos himnos de Joy Division: "Decades" y, por supuesto, la legendaria "Love Will Tear Us Apart".

Finalmente, los británicos se dieron el lujo de terminar su setlist con un tema de su último disco llamado "Superheasted".

Con la inyección de música, me fui con toda la intención de continuar la fiesta, pero recordé que era domingo y que al día siguiente debía trabajar. Resignado me fui a mi hogar, pero con el pecho hinchado de haber visto a una de las bandas más importantes e influyentes de los 80, 90 y de 2000 en adelante.