Las voces de la calle a ojo de sociólogo

04 Junio 2021
Las anónimas voces de la calle y los testimonios con nombres y apellidos forman un registro de lo que ha sido hasta ahora este proceso.
Gabriel Canihuante >
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“Brevísimas voces en contingencia” es el título del libro escrito por el sociólogo Juan Rojas Palma en el cual da su versión de lo que se vivió en La Serena a raíz del llamado estallido social de fines del 2019.

Leí la segunda edición “corregida y aumentada” de este libro de un centenar de páginas, publicado por Ediciones Wayruro a fines de 2020. 

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Hay, básicamente, dos tipos de contenidos. Por un lado, lo que el autor recogió en la calle, desde los muros de la ciudad, escritos por desconocidos y también los gritos, consignas, declaraciones que apuntaban a la expresión de una protesta contra el actual sistema social, económico, político, etc. La otra parte es una serie de testimonios de personas identificadas y que tuvieron distintas formas de participación en las protestas masivas. Hay también una pequeña sección en la que se publica una docena de imágenes de manifestantes, de algunos episodios y personajes asociados a esos días.

En la primera parte se recogen 75 expresiones, ordenadas alfabéticamente, y que son una muestra aleatoria de expresiones muy diversas, sin otro orden que el ya señalado (de la A a la Z). Allí uno puede leer desde cuestiones que se aprendieron en esos días como la ya famosa expresión inglesa “ACAB”, también expresada como “1312” que en español significa -por si alguien no lo sabe aún- “Todos los policías son bastardos”.  Avenida Diaguitas, capucha, contingencia, Milanka, pañoleta, primera línea, son otras expresiones que el autor recopiló mientras participaba en las manifestaciones y que define en su libro.

Hace muchos años visitaba yo el Campus Macul cuando allí se encontraba el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y una de las veces que más me he demorado en un baño público fue en esas dependencias. Los rayados de los baños eran muy creativos y por increíble que pueda parecer, de cierta forma, para mis 18 o 19 años, eran una lectura reveladora. Son como los rayados en los muros o las consignas, anónimos, pero tienen algún valor por su novedad, por su masividad, y también a veces por su carácter rebelde.

Es obvio que no todo lo que uno lee en un baño, en un muro de una ciudad o en las ahora masivas “redes sociales” tiene valor; hay expresiones que uno descarta de plano o las puede discutir con argumentos diversos. En el caso en comento, Rojas Palma alude, por ejemplo, a “diarios locales” y menciona a tres medios a los que se califica en un caso como útil para “limpiar vidrios y envolver pescado”, otro “ostenta una pluma republicana” y el tercero es “una basura”. Pero no es el autor el que califica, sino que se asume que es la calle que habla, una especie de “opinión pública” sin filtro o sin censura. Esta evaluación de los medios es simplista, superficial y se presenta sin fundamento, no es fruto de una investigación o un ensayo, es un grito -o unos cuantos- de la calle.

A mi juicio, es la segunda parte de este libro la de mayor valor. Se recogen algunos testimonios de la protesta de primera mano.

Una estudiante de 21 años (Pilar) es detenida en medio de una manifestación porque manda a una carabinera a arreglarse las pestañas, en un diálogo nada cordial como suele ocurrir entre las “fuerzas del orden” y los protestantes. Parece una anécdota, pero no lo es.

Otro joven de 25 años (Aníbal) cuenta con detalle los vaivenes de una refriega con carabineros ocurrida el 12 de noviembre en la Ruta 5 Norte en las inmediaciones del Puente fiscal, cercano al parque Pedro de Valdivia. Rojas Palma graba y recoge declaraciones testimoniales de primera fuente, al publicarlas no las acomoda ni en términos de estilo ni en otro sentido, según señala en el libro. Y el relato evidencia la adrenalina del joven protestante, su emoción en el combate casi cuerpo a cuerpo con los policías; el texto es un registro escrito del habla y no la edición de un texto hablado a escrito, como lo hacemos normalmente los periodistas.

Una detención callejera, ocurrida a pasos del Colegio Providencia, por elementos de civil, es lo que cuenta (Rony) otro joven, de 22 años. Su relato recuerda la época de dictadura (1973-1989) cuando se detenía y se torturaba; en algunos casos se hacía desaparecer a opositores, en otros se los sometía a juicios arbitrarios e injustos, incluyendo algunos Consejos de guerra (Justicia militar aplicada a civiles). Un detalle interesante de este testimonio es el papel jugado por personal del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), o como los llama el joven, simplemente “los derechos humanos”. Varias vidas fueron salvadas en estos meses de protesta.

Y en un plano algo diferente también es interesante el relato de una mujer de 53 años (Olga) quien cumplió el papel autodesignado de observadora ciudadana de derechos humanos. No era la única, por cierto, y su rol era estar en la calle en los días de manifestaciones para intentar evitar abusos de la fuerza policial. En un momento, desde la Comisión Nacional de Derechos Humanos (en Santiago), el destacado abogado Carlos Margota, la reconoce como Comisionada de los derechos humanos en la región. En esta condición, Olga -según su relato- pudo intervenir frente a los abusos de la fuerza policial, con un episodio contado en detalle en que un joven gendarme (el cabo Fernando Quiroz) fue detenido y torturado por carabineros de la Primera Comisaría de La Serena. 

El libro de Rojas Palma termina con una cronología de los hechos ocurridos entre el 18 de octubre y el último día de ese mismo año. Síntesis que incluye, obviamente, la muerte de dos jóvenes a manos de la fuerza militar: el ecuatoriano Romario Veloz, de 26 años, y Kevin Gómez, de 24 años. Ambos casos están en Tribunales.

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Las anónimas voces de la calle y los testimonios con nombres y apellidos forman un registro de lo que ha sido hasta ahora este proceso. A lo ocurrido en los meses finales de 2019, sucedió el plebiscito de abril de 2020 que aprobó por abrumadora mayoría (78%) la creación de una Convención Constituyente para cambiar definitivamente la carta magna heredada de la dictadura. Y en comicios recientes, según un estudio de CIPER, la mitad de la convención: 77 constituyentes electos provienen de listas que impulsan cambios radicales al sistema. Cuando se cuente la historia local sobre estos procesos, dentro de algunas décadas, es probable que alguien desempolve el trabajo de Rojas Palma para recontar la historia, y es de esperar que esta vez no sea como siempre, desde la óptica de los poderosos.