Opinión: El manifiesto regional ante la falta de una perspectiva clara

09 Noviembre 2014

Si no contamos con regiones fuertes, vitales e independientes, que cuenten con sus propios presupuestos, representadas por líderes que entiendan los intereses regionales con el tiempo se transformaran en obstáculos insalvables para lograr una verdadera integración regional.

Andrés Gillmore >
authenticated user

Hoy nadie tiene dudas desde el mundo ciudadano, que una regionalización efectiva y una adecuada descentralización, es el único camino viable para lograr un desarrollo sustentable a nivel PAÍS. No necesitamos visitar ningún país nórdico para entender la importancia de la gestión regional como base de sustentación de un modelo de desarrollo sustentable. Para que eso sea posible necesitamos que las regiones se reconozcan a si mismas como estructuras capaces con la capacidad de manejarse y sustentarse, aportando desde lo propio al desarrollo nacional.

Somos un país que en la actualidad esta desequilibrado en este sentido y solo cuando se vive en regiones y en zonas aisladas, se entiende el concepto a cabalidad ante la gran deficiencia del modelo y como cuesta salir adelante ante la pesada maquinaria centralista en todo orden de cosas. Las regiones viven constantemente bajo una intensa presión social, carente de consideración y de respeto por parte del gobierno central, haciendo que los gobiernos regionales estén siempre complicados siendo a fin de cuentas meros instrumentos descartables, verdaderos buzones y por consiguiente tienden a hacer la vista gorda en muchos de los intereses regionales.

Un claro ejemplo que puede resumir la falta de transparencia a la hora de decidir las mejores inversiones para las regiones y consecuentemente para el país, es lo que sucedió con el puente proyectado sobre el canal del Chacao, para unir Chiloé con el continente, que costará cerca de 1.200 millones de dólares. No se tomo en consideración una propuesta alternativa muy virtuosa e innovadora que ni siquiera fue evaluada por el gobierno regional de Los Lagos a instancias del gobierno de la Alianza que presionó para que no se hiciera. De haberse concretado habría marcado un antes y un después; bajaba los costos a un tercio de la inversión requerida para construir el puente, proyectando un túnel bajo el canal de Chacao, con un concepto de uso mucho más eficiente, moderno e innovador, con la posibilidad cierta de haber podido construir turbinas en las bases de sustentación del túnel y generar energía mareomotriz, con la misma capacidad del proyecto pretendido por HidroAysén en la región de Aysén. Con este concepto altamente innovador se hubiera marcado la pauta en el desarrollo de las energías renovables no convencionales (ERNC) y se hubiese dado un importante paso para mitigar las grandes emisiones de C02 que actualmente genera a raudales nuestra matriz energética, que se sustenta en diésel y gas natural y como si esto fuera poco, hubieran quedado fondos para conectar definitivamente la provincia de Palena con Aysén; mejorar los caminos internos de Chiloé y haber construido un hospital en la isla y haber financiado médicos especialistas para que lo atendieran.

Estos simples ejemplos de como se hacen las cosas, nos demuestra lo desequilibrado que estamos a la hora de evaluar y de elegir los proyectos matrices de obras de envergadura, cuando las decisiones solo velan por los intereses de los grupos económicos y no los que varadamente son convenientes para al país, sobre todo en un país emergente como Chile, donde las inversiones deben ser certeras y con una proyección de utilidad que vaya de acuerdo con la relación eficiencia, operabilidad y costo.

Los movimientos sociales de las zonas extremas australes, Magallanes y Aysén, dieron cuenta por primera vez en forma practica del gran centralismo existente y la falta de una política regionalista consistente, que no sea un simple saludo a la bandera como ha venido ocurriendo en los últimos 15 años y poco y nada se ha conseguido a pesar del esfuerzo de la ciudadanía por lograrlo. Los consejos regionales de todo Chile están en estado de alerta, ante la falta de una política clara por no tener entender hasta hoy cuales son sus verdaderos objetivos, atribuciones y sus verdaderas capacidades.

Lamentablemente los movimientos sociales a pesar del esfuerzo desplegado por la ciudadanía, han carecido de una estructura formal adecuada, que les permita proyectarse en el tiempo y crear un fundamento organizado de representación regional. A decir verdad más que movimientos sociales si los analizamos bien, fueron grupos de presión ante necesidades coyunturales y puntuales, sin capacidad de lograr una agenda de trabajo con proyección, que con el paso del tiempo han sido absorbidos totalmente por el “orden establecido de los partidos políticos”, que terminan manejándolos a gusto y no precisamente por los intereses regionales, ya que la característica primordial de los partidos políticos no es precisamente el bien de la región y si el de ellos mismos, objetivos dicotómicos y paralelos.

Los partidos regionalistas que de tiempo en tiempo surgen como alternativa de representación regional, comienzan muy vitales y decididos en una primera instancias, pero nunca han tenido la capacidad de generar una representación regionalista, consecuente y descentralizada. Por increíble que pueda parecer estos intentos han perdido su representación, por ser ellos mismos centralistas al tomar sus decisiones y surgen como una manera de sustentar caudillos salidos de partidos políticos donde ya no tenían cabida y carecen de la convicción requerida para establecer un formato verdadero de representación.

Como ejemplo tenemos el recién creado Partido Regionalista Patagónico, fundado por los senadores Antonio Horvath por Aysén, ex RN hoy independiente y el senador Bianchi por Magallanes (IND), que a pocos meses de haber cobrado vida esta interesante idea y que por momentos se vio como una alternativa real; hoy no existe como tal, demostrándonos que estas intenciones son en realidad un mero espejismo para pasar etapas propias de los caudillos y nunca han representado  en verdad una opción real. El PRI (Partido Regionalista Independiente), que surgió de las desavenencias de Adolfo Zaldívar con la DC y con la Concertación, por el Transantiago; hoy tampoco existe como tal y ha sido absorbido casi totalmente por la DC al morir su líder.

Aún no hemos tenido la capacidad de llevar a la practica la voluntad política de la ciudadanía, con la capacidad de encauzar los procesos y desarrollar una verdadera gestión regional, con la capacidad de revertir la actual centralización de la toma de decisiones, vitalizando las capacidades latentes de las comunidades regionales.

Si no contamos con regiones fuertes, vitales e independientes, que cuenten con sus propios presupuestos, representadas por líderes que entiendan los intereses regionales y que además sean parte de la región, con el tiempo se transformaran en obstáculos insalvables para lograr una verdadera integración regional y establecerlo con la preponderancia que corresponde.

Los formatos eficientes de desarrollo son aquellos capaces de entender el orden natural y establecido con el sentido común con que se debe actuar bajo la propia realidad ante la diferenciación territorial que posee cada región. Eso significa obtener una mayor independencia, entendiendo las propias potencialidades naturales y productivas, de acuerdo con su identidad cultural, social, entendiendo los contenidos que históricamente son sus procesos de acción, en relación directa con los formatos de gestión y decisión, con instituciones de base que tengan la capacidad de darle vida a la región; construyendo la base territorial y la fuerza del desarrollo que necesitan las regiones.

Hoy sabemos reconocer en el propio capital humano regional, donde esta el potencial más determinante de desarrollo con que puede contar una región; que en resumidas cuentas es el conjunto de conocimientos y de las diferentes habilidades adquiridas de acuerdo con su entorno geográfico, social y cultural, que a través de una capacitación específica, puedan realizar labores productivas con distintos grados de complejidad y de especialización de acuerdo con un sustento propio. Sin ello una región no tiene la capacidad de desarrollarse, menos de proyectarse y menos de ser sustentable.