[Opinión]: Los intocables amigos de Karadima

25 Enero 2016

"Un caso llama especialmente la atención: el nuevo vicario parroquial de la parroquia Nuestra Señora de la Paz, Diego Ossa; sacerdote formado por Fernando Karadima y que por años integró el círculo más íntimo del cura".

Juan Andrés Insunza >
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Hace pocos días la Iglesia de Santiago dio a conocer nuevos nombramientos en distintas parroquias de la región Metropolitana.

Un caso llama especialmente la atención: el nuevo vicario parroquial de la parroquia Nuestra Señora de la Paz, Diego Ossa; sacerdote formado por Fernando Karadima y que por años integró el círculo más íntimo del cura sentenciado por el Vaticano y por la Justicia.

Sobre Ossa pesan gravísimas acusaciones de abuso sexual por parte de un ex feligrés de la parroquia Jesús Carpintero de Renca, quien, según trascendió hace un tiempo en la prensa, recibió suculentos depósitos y transferencias de dinero por parte de gente cercana al círculo de Fernando Karadima.

Según consignó en su momento el diario The Clinic, los hechos son los siguientes: “en 2010, en medio de la investigación del caso Karadima, Oscar Osbén, ex feligrés de la parroquia Jesús Carpintero de Renca -que era mantenida por la parroquia El Bosque- acusó al sacerdote Diego Ossa de haber abusado de él en 2003, lo que abrió una nueva arista en la investigación. De hecho, en su tiempo el ex fiscal Xavier Armendáriz indagó el pago a Osbén de parte del ex abogado eclesiástico de Karadima, Juan Pablo Bulnes, de $10 millones, algo que en el entorno del cura abusador atribuyeron a un acto de caridad”.

Hace poco se hizo pública una carta que contiene instrucciones que recibió Diego Ossa de parte de Francisco Javier Errázuriz, firmada por el cardenal, con el logo del Arzobispado de Santiago y que se encuentra actualmente en poder el abogado Juan Pablo Hermosilla. El cardenal le dice a Ossa: “Seguramente recuerdas mi proposición para hacer más verosímil tu versión: que el dinero entregado era una obra de misericordia, y no una medida para acallar a un denunciante”.

¿Por qué la iglesia, conociendo todos estos antecedentes, premia con un cargo parroquial a un sacerdote acusado de abusos sexuales? ¿Qué tienen de especial los sacerdotes formados por Karadima que siempre reciben recompensas?

Era esperable, considerando la experiencia acumulada que seguramente deben tener Ezzati y su equipo de confianza en manejo de conflictos y crisis, haberse puesto el parche antes de la herida, evitarse bochornos y haber relegado al señor Ossa al contacto cero con feligreses y con la comunidad católica en general.

¿Era necesario darle un cargo en el que impartirá guía espiritual y desde donde tendrá contacto con niños y jóvenes?

Pareciera ser que para la Iglesia los cuestionamientos y acusaciones en materia de abusos y/o encubrimiento son alicientes a la hora de distribuir cargos. Es decir, mientras más cuestionado, mejor es el currículum.

¿Ejemplos? Francisco Javier Errázuriz, acusado de encubrir los delitos de Karadima y de dilatar los procesos de investigación canónica. Hoy: asesor directo y de confianza del Papa Francisco.

Juan Barros, acusado de encubrir a Karadima y de violar secretos de confesión. Hoy: obispo de Osorno.

Tomislav Kojlatic y Horacio Valenzuela. Defendieron a Karadima contra viento y marea, escribiendo cartas donde culpaban a “sectores de izquierda” por las acusaciones contra su “santo”, desacreditaron a las víctimas y denostaron sus argumentos. Hoy: obispos de Linares y Talca, respectivamente.

Ricardo Ezzati, sindicado por los denunciantes de Karadima como un agente encubridor de las atrocidades del perverso cura y de haber sido parte de la estrategia de la Iglesia para dilatar el proceso canónico para permitir que los delitos prescribieran. Hoy: arzobispo de Santiago y nombrado cardenal por el Papa Francisco, mismo Papa -dicho sea de paso- que trató de “tontos” y “zurdos” que arman “macanas” a los osorninos, solo por el hecho de alzar la voz pidiendo un obispo probo y libre de acusaciones por encubrimiento de abusos sexuales.

Karadima está recluido, pero su perversión sigue expandiéndose al alero de la inoperancia y de la ineptitud con que la Iglesia actúa respecto de sus amigos. Estos sacerdotes, que se criaron con el cura abusador, y que concibieron el abuso sexual y de poder como algo normal y cotidiano durante toda su vida, son hoy obispos, vicarios parroquiales e imparten la comunión a sus fieles.

Se puede debatir, argumentar y contra argumentar a favor o en contra del actuar de la jerarquía eclesiástica chilena, pero hay un hecho claro, irrefutable y decidor: los amigos de Karadima son intocables.