[Opinión] Tolerante intransigente

29 Mayo 2018

Chile necesita saltar al progreso de una vez, con firmeza y decisión, y no será posible si cortamos los espacios de reflexión y de encuentro, y si satanizamos las expresiones religiosas, culturales y políticas.

Nicolás Fontaine >
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La tolerancia no es un don y menos una virtud entregada al nacer, tampoco es una condición que pone al sujeto en una posición superior. La tolerancia le pertenece a aquellos que se han formado en ésta, que han podido en primera instancia desarrollar una opinión propia por modesta que sea y han podido enfrentarla a otros. Es un acto de respeto mutuo, pero más que eso, es la acción de estar dispuesto a entender la posición del otro.

Pedimos a gritos que nos respeten, apuntamos y enfatizamos la intolerancia del otro casi como una traición a la patria y a nuestros valores. Pero, ¿tenemos ideas y opiniones de todos los temas que están ocurriendo en el mundo, o al menos en Chile? Yo al menos no, me es imposible, es todo muy rápido. Tal vez, buscamos simplemente aceptación a nuestra forma de vida, más que entender la del otro.

De niño me llamó la atención la vida de las personas, tan distintas y, sin embargo, tan similares en sus problemas de fondo. La curiosidad de saber por qué alguien cree o vive de una determinada manera tan distinta a la mía me parecía tan atractivo.

La intransigencia nos viene bien a nosotros los chilenos, nos sitúa en un tiempo espacio donde es el otro el que tiene que cambiar dejando la responsabilidad a alguien que no sabemos quién es. Nuestro discurso se hace mezquino, volátil y profundamente dependiente de los vientos que corran en el entorno.

Por eso la pregunta a mi juicio es: ¿usted es distinto, o yo soy distinto? Pregunta que encierra una trampa, porque sitúa la respuesta desde un punto de partida del cual yo no soy responsable. ¿Cuál? Dígame usted. A mi juicio, la intolerancia endémica.

Somos seres con contradicciones, es parte de nuestra naturaleza. Podemos pensar, sentir y actuar de distinta manera y eso no nos hace ser demonios, sí oportunistas inmaduros o con muy poco trabajo interior. El gran Bergman construía muchas veces 3 guiones para sus actores: el que dice, el que quiere decir y el que termina diciendo.

La importancia de la tolerancia no radica en que nos transformemos en una sociedad donde todo lo que se le ocurra a alguien está permitido hacer. Precisamente ése es nuestro problema y creemos que podemos hacer, decir, catalogar a cuantos queramos por el solo hecho de pretender el respeto del otro.

La tolerancia es un acto de amor, es una práctica, un camino de conquista, el cual necesita conocerse uno primero para que, cuando llegue la colisión con alguien que nos etiqueta o nos juzga (o peor aún, nos quiera colgar del cuello por el simple hecho de no pensar igual), estemos con todo lo que somos y lo que queremos en paz para poder tolerar y de esa forma educar al intolerante.

Nuestro país tiene mucho que avanzar en esto. Debemos preguntarnos una y otra vez: ¿Cuáles son nuestros actos de intolerancia? Chile necesita saltar al progreso de una vez, con firmeza y decisión, y no será posible si cortamos los espacios de reflexión y de encuentro, y si satanizamos las expresiones religiosas, culturales y políticas. Es hora de volar, de construir un diseño estratégico moderno, que incorpore a todos los nacidos en esta tierra y a los que vienen a ésta. Eduquemos nuestro entorno partiendo por nosotros, por nuestros hijos; comprometámonos a entender la diferencia y a querer nuestra historia para entender la de los otros.

Pongamos nuestro oído en el tiempo y nuestras manos en nuestro corazón, y luchemos todos contra el tolerante intransigente.