Acuerdo de escaños reservados ¿Qué dicen las comunidades indígenas del norte chico al respecto?

21 Diciembre 2020

Hace una semana que se aprobó y tanto senadores como diputados opinaron a su antojo en la mayoría de los medios. Pero ¿Cuáles son las impresiones de las comunidades colla, diaguita y chango?

Francisco Varas >
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Como todo un hecho histórico se catalogó la aprobación de escaños reservados para pueblos originarios en la Convención Constituyente. Es más que conocida la histórica segregación política que ha hecho el Estado chileno hacia ellos, por lo que varios personajes políticos salieron a aplaudir este “avance democrático”. 

Primero fue la Ministra de Desarrollo Social Karla Rubilar, expresando que “estamos empezando a pagar la histórica deuda de representación”, mientras que la senadora por Aysén, Ximena Órdenes, mencionó que los “escaños reservados ponen fin a la histórica discriminación contra pueblos originarios”. 

41 fueron los votos que dieron unanimidad a este acuerdo; 17 los puestos que se distribuyeron entre: 7 para el pueblo mapuche, 2 para los aymara y 1 para los rapa nui, quechua, atacameño, diaguita, collas, kawashkar, yagán y chango. 

Sin embargo, ¿Realmente estamos poniendo fin a una discriminación que existe desde el nacimiento del Estado-nación chileno? Pareciera que el despojo de tierras, la negación de la lengua y la invisibilización cultural pasan a ser cosas del pasado con sólo entregar unos puestos de participación dentro de la escritura de un papel. Claro, un papel importante como la Carta Magna, donde se escriben los valores y principios del Estado, pero que deben ponerse en práctica. Y ese es el mayor desafío. 

En el proyecto se aprueba la idea de escaños reservados, pero sin definir lineamientos específicos. Por lo tanto, el consenso está lleno de nudos, como todo el proceso iniciado con el “Acuerdo por la Paz”. Y cómo no, si está hecho por quienes son la causa principal de la crisis social que vive nuestro país. 

Bien lo tienen claro los representantes de las organizaciones indígenas. Eliecer Maluenda, vocero de la Comunidad diaguita Chiwuinto ante la CONADI (Corporación Nacional de Desarrollo Indígena), explica que esta aprobación es “un juego hecho a su medida, no a la nuestra. Termina siendo un retroceso más que un avance”. 

Sonia Neyra, mujer colla y directora de la asociación de emprendedores y profesionales indígenas Leftraru, piensa que el proyecto aprobado “responde más al modelo neoliberal con el cual Chile se desarrolla y no corresponde a la cosmovisión de los pueblos originarios” 

Por último, Felipe Rivera, representante de la Agrupación Cultural Changos Descendientes del Último Constructor de Balsas, lo ve como una pequeña ventana que se abre pero “no es suficiente. Viene a poner trabas a la participación de los pueblos originarios. Si no quedan consagrados nuestros derechos políticos, estos escaños serán un simbolismo”. 

Las condiciones las impuso la derecha, como ha sido la tónica durante -por lo menos- los últimos 30 años. Reducir los 24 escaños que se proponían, calculados por un “padrón especial”, descontarlos de los 155 puestos disponibles y, lo más polémico: con un mecanismo para acreditar la calidad indígena de los votantes. 

Esto último ignora por completo la demanda por autoidentificación que pedían las organizaciones de los pueblos originarios. Ahora la labor será tarea casi exclusiva de la CONADI y el SERVEL (Servicio Electoral). Un problema grave, ya que pasa a llevar el artículo 1 del Convenio 169 de la OIT, donde establece que los mecanismos de participación “estén regidos total o parcialmente por sus propias costumbres o tradiciones”.  

En este caso sólo considera a las instituciones y autoridades chilenas, no a las ancestrales. Para Eliecer Maluenda de la Comunidad Chiwuinto, son chilenos identificando a indígenas como tal: “Eso da cuenta de la verticalidad y el paternalismo del Estado chileno. Nuestra autonomía empieza por el autoreconocimiento, tenemos nuestras propias autoridades”. 

Además, esta determinación hace el proceso más engorroso y burocrático. Felipe Rivera de la agrupación de changos lo explica: “estamos lejos de los centros comunales, hay filas tremendas, escasa disposición de ir a hacer trámites a la notaría y además sabemos todo el negocio y burocracia que hay detrás”. 

Por si fuera poco, esta decisión dificulta claramente la participación política, como lo menciona la representante colla Sonia Neyra: “Hasta hoy no hemos visto promulgada la ley y si descontamos 24 y 31  de diciembre, nos quedarían 10 días para la inscripción de los candidatos”. Un acto de ignorancia hacia las necesidades de los pueblos originarios por parte de los parlamentarios, quienes son incapaces de comprender las condiciones sociales, económicas, geográficas y culturales de los indígenas. 

“Todo el proceso lo confundían” explica Sonia Neyra, “Autoidentificación con autodeterminación, o con autonomía, y son conceptos distintos. Es compleja la interlocución, cómo explicarle a alguien que no entiende cómo funcionamos los pueblos originarios”. Y lo peor de todo, es que ese alguien que no entiende -o no quiere entender- es quien toma las decisiones sobre el tema. ¿Indignante o no? 

Al no tener una democracia directa en Chile, las demandas de comunidades indígenas debieron ser canalizadas como indicaciones, mientras que la última palabra la tomaba la Comisión Mixta, Diputados y Senadores. Claramente un traje hecho a la medida. Este “avance democrático” pareciera ser nada más que una chapita, una solución numérica y pura retórica. “Ni siquiera es retórica, porque no harían daño. Es una legitimación de la represión”, responde certeramente Eliecer de la Comunidad diaguita Chiwuinto. 

¿Qué hay que hacer entonces para empezar a poner fin a la histórica discriminación del Estado ante los pueblos indígenas? Ante esta pregunta, uno de los puntos en común y más importantes se encuentra en el tema del territorio, territorialidad y tierra. Sonia Neyra responde que: “Nosotros somos parte de la madre tierra, pacha mama, indivisible con ella. No se puede ver como recurso económico. Cuando el estado habla de tierra habla de un pedazo de terreno, pero no comprende lo que es el Buen Vivir o Sumak Kawsay” 

Es que la visión neoliberal-occidental se contrapone totalmente a la cosmovisión indígena y su relación con la naturaleza.  “Los pueblos indígenas estamos de acuerdo con que la autonomía comienza por el fin del capitalismo en nuestras tierras. No vemos la tierra como un bien, sino somos parte de ella.” Menciona Eliecer Maluenda, agregando que “ Aunque haya 17, 20, 50 representantes, no pueden tocar el poder económico y territorial del Estado”. 

Y justamente, ese es el espacio que debe ser disputado. Pero ¿Estarán dispuestos los honorables parlamentarios? La visión de explotación sobre la tierra debería dejarse de lado. Y no sólo para los pueblos indígenas, sino que la idea de ser uno con la madre tierra se replique en toda la sociedad. Resulta primordial trabajar el concepto de “El buen vivir que nos hace sentido y traspasarla a la sociedad chilena, que también quiere recuperar estos derechos que han sido usurpados por el mercado”, explica Felipe Rivera, siguiendo la misma línea que Sonia Neyra. El Buen Vivir es vida en plenitud en armonía equilibrio con la vida, tierra existencia, y si se habla de extractivismo “estamos en veredas opuestas” diría Sonia Neyra. 

Queda claro que no basta con entregar escaños reservados. Han sido varios los representantes políticos con apellidos indígenas dentro del parlamento. Sin embargo, esto no ha significado más que la continuación del despojo de sus tierras y la invisibilización de su cultura. Hay al menos dos puntos a tratar que son clave: 

1-) El reconocimiento de los pueblos originarios como sujetos colectivos, con derechos garantizados tales como “reparaciones de tierra y territorio, que no se niegue el acceso al agua, el derecho a educarse y salud con pertinencia cultural” son algunos que mencionaba el representante chango Felipe Rivera. “Estado plurinacional, reconocimiento constitucional y derechos lingüísticos” complementa Sonia Neyra. Y cómo no, si con el uso de la lengua y la cultura tienen el poder de organizarse. 

2-) Mayor autonomía: “Tener nuestras propias autoridades ancestrales según nuestra ley, no la impuesta” diría Eliecer Maluenda de la comunidad diaguita, a lo que también podría ser complementado con lo expuesto por Sonya Neyra ”participación política plena, no solo escaños reservados en este espacio constituyente, sino también en todos los espacios de poder”. 

Aunque lo más importante, es cambiar la perspectiva racista, paternalista y capitalista del Estado chileno, la cual choca con la cosmovisión indígena, invisibilizando y pisoteando su cultura. En caso contrario, ninguno de los puntos recientes podrá cambiar. 

No hay que olvidar que esta perspectiva está presente también en la Convención Constituyente. Los autores del ”Acuerdo por la Paz” están lejos de ceder su punto de vista, el cual está ligado a la industria extractiva de las forestales y de las mineras (sobre todo en la derecha), y no a la cosmovisión indígena, donde el medioambiente está lejos de ser un recurso. 

Lo fundamental es seguir presionando, ser una contraparte política importante y estar atentos a cada uno de los puntos que se irán redactando en la nueva Constitución. Fue a partir de la organización y rebeldía social que se empezaron a lograr acuerdos, ya que a la clase política no le quedaba otra más que escuchar a los pueblos. A continuar por ese camino.