Carta abierta a la Alianza Francesa de una alumna expulsada

30 Septiembre 2014

¿qué rol tiene la Alianza francesa, en tanto que institución que se reivindica de colonos franceses, con la comunidad en la que está inserta? ¿Cómo se hace cargo hoy en día este establecimiento de las desigualdades que está reproduciendo? Por Consuelo Biskupovic, Socióloga

Corresponsal El... >
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Escribo esta carta luego que una amiga me reenviara cariñosamente un correo de la Alianza Francesa de Osorno – de la que no sabía hace años – en la que se citaba a «una reunión de ex alumnos para decidir algunos detalles cruciales que nos activen como agrupación». Fue entonces que me pregunté si yo era ex-alumna pero rápidamente me dije que no, que yo había sido expulsada, rechazada, no querida ahí. Fue también entonces que me di cuenta de cuánta molestia persistía en mi contra este “establecimiento educacional” con el que aún tengo pesadillas.

Por ahí por el año 1996, yo debo haber tenido 14 o 15 años, si bien recuerdo, en 1ero medio, luego de un largo proceso en que me llenaron de advertencias, en que pasé a ser la “niña problema” emblemática de mi curso, en que mi matrícula tuvo el apodo de “condicional” durante un largo rato, el consejo de profesores acordó una reunión a final de año donde se decidiría si yo seguiría o no en el colegio. Recuerdo perfecto estar esperando a mi mamá sentada en la parte de atrás del auto, mientras ella recibiría la resolución del dictamen. Al llegar al auto, se subió, cerró la puerta, la miré por el espejo retrovisor y como pocas veces en mi vida, la vi llorando. Para mi hasta ese entonces nada de todo esto me parecía muy serio, claro, tenía 15 años, más me preocupaba pasarlo bien, salir con los amigos, estudiar lo suficiente y pensar en el futuro. Pero en ese instante fue como recibir una cachetada-balde-de-agua-fría, en un segundo vi pasar muchas escenas como en una película en cámara rápida. Me habían echado del colegio, uno de los colegios más prestigiosos y caros de Osorno, un colegio particular, colegio que mes a mes, mis papás, como miembros de una clase acomodada, pagaban para que mis hermanos y yo asistiéramos. Hoy me parece tan raro que uno pague y que además te echen, definitivamente no tienen que haberme querido para nada ahí. Nunca me explicaron bien las razones, me habían dicho en el colegio, textual, que era una “líder negativa” y a mi mamá “que no sabían que hacer conmigo”, que “los profesores no se la podían”. Unos días más tarde, tuve que ir con toda mi rabia adolescente, ponerme ese uniforme por última vez para subirme a un escenario a recibir de la mano de los que “no me querían” o “no me aceptaban” un premio por mis notas. El regalo era un libro que se llamaba “Rebeldes”.

Lee la carta completa en El Vacanudo de Osorno