Cazadores de mitos: la segunda virginidad

Una de las grandes experiencias que viví cuando entré a la universidad, aparte de los carretes desenfrenados, fue conocer a “Ignacia”, una de las tantas pololas que tuve durante el añorado período estudiantil. 

Ojitos café, arito en la nariz y buena para el copete, la “Nacha” venía de Salamanca, pero sus padres en base a esfuerzo le arrendaron una casa “piola” en la cercanía de la U. La verdad es que la “mina” no me gustaba mucho, pero su voz y regaloneos despertaban mi lado más “calentón”.

Fue así que llegó el momento que todo hombre espera. Tras sus chelitas locas y besos por aquí y por allá, nos fuimos despojando de la ropa, pero cuando ya estábamos listo para concretar, la “Nacha” me detiene y dice una frase que jamás olvidaré: Sabes Maki- kero, soy virgen!!

Reconozco que me cagué de la risa por dentro, pero ante ella trate de disimular a fin de sentirla junto a mí. Siempre con mi gorrito a mano, accedí a su petición de ir despacito, pero lamentablemente no se pudo… “Nacha” no era virgen.

¿Existe realmente la segunda virginidad?

Si nos basamos en la definición de la RAE, virginidad es “la entereza corporal de la persona que no ha tenido contacto sexual”. Sin embargo, si vemos el tema del punto médico, la mujer virgen es aquella que sufre el rompimiento del himen, existiendo mecanismos de salud que permiten regenerar esta tela.

A pesar de que existan casos a nivel internacional de mujeres que sufrieron el rompimiento del himen sin haber tenido contacto sexual (fuertes golpes en la intimidad, stress e infecciones), para la sociedad virgen es aquella que nunca ha intimado.

Puede que algunas utilicen esta técnica a fin de ocultar su falta de experiencia en la cama, o simplemente para sentir una experiencia sexual satisfactoria, tras un primer intento fallido, pero existiendo penetración para mí la “mina” deja de ser virgen. ¿Mentira? ¿Inmadurez?... juzgue usted.