Continúa polémica por paternidad del pisco

28 Julio 2016

Desde el lanzamiento de su libro acerca de los orígenes del pisco, el historiador argentino Pablo Lacoste tenía claro que el conflicto no tardaría en llegar.

Equipo El Obser... >
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A fines de mayo de este año, el historiador argentino Pablo Lacoste, junto a un equipo interdisciplinario e internacional de profesionales, lanzó el libro titulado “El Pisco Nació en Chile”.

Este libro, fruto de más de 10 años de investigación en torno a los verdaderos orígenes de este popular destilado, se ha transformado en un duro golpe a la versión peruana, que insiste en negar la legitimidad del pisco en Chile.

La disputa entre Perú y Chile por la procedencia del pisco va más allá de argumentos trasnochados y nacionalismos improcedentes: se trata del derecho que tiene Chile de usar el nombre Pisco para este producto, que ha acompañado a la historia de Chile desde la época de la colonia.

Las primeras líneas de la historia del pisco comienzan con la llegada de los españoles a América. El vino era una herramienta clave en el proceso evangelizador, infaltable en los ritos católicos, por lo que introdujeron la uva en el Nuevo Continente.

Las parras se dieron muy bien en la actual zona pisquera, produciendo uva muy dulce y aromática, gracias a la temprana aparición de la variedad de la uva Italia. Pero precisamente debido al dulzor, los vinos tenían poca vida de guarda, por lo que los habitantes de la zona optaron por extraer el alcohol del vino y así facilitar su almacenamiento y transporte. Este proceso, conocido como destilación, se vio apalancado por la presencia de cobre y artesanos especialistas en trabajarlo, llamados fragüeros. Ellos crearon un dispositivo especialmente diseñado para destilar, llamado alambique. El alambique de cobre es hasta hoy el alma del pisco.

Junto a su equipo de investigadores, Lacoste desenterró el documento más antiguo del mundo en el cual se usa la palabra “pisco” para denominar este aguardiente: Se trata del testamento del capitán Marcelino González Guerrero (Valle del Elqui, 1733), en el cual se registraron “tres botijas de pisco”.

Este dato encendió las alarmas y la molestia en el vecino país; investigadores e historiadores peruanos ya comenzaron a rebatir los argumentos planteados en el libro. Tal es el caso de Eduardo Dargent Chamot, Presidente de la Academia Peruana del Pisco y de Gonzalo Gutiérrez Reinel, embajador y ex Ministro de Relaciones Exteriores del Perú.

El doctor Lacoste enfrentó los primeros contraargumentos. Aquí compartimos algunos de ellos (respuesta completa a artículo del embajador Gutiérrez en documento adjunto)

“Existe un documento de 1613 (testamento de Pedro Manuel “El Griego”) que demuestra la existencia de aguardiente en Perú en el siglo XVII. En el siglo XVII había aguardiente de uva en Perú, en San Juan, en Mendoza y en todo Chile (…) pero en Chile ya funcionaban alambiques en el siglo XVI. Lo que sí se llamó “pisco” fue el que se elaboró en el Valle de Elqui (Chile), en la Hacienda La Torre. Al menos así lo denominó en 1733 el notario que protocolizó el inventario de bienes de la hacienda La Torre”.

“El nombre del producto no fue puesto por el nombre de la localidad sino al revés. Cuando se fundó la hacienda La Torre, a fines del siglo XVII, ese lugar no tenía nombre. La imposición de los nombres fue un proceso largo y complejo, que culminó en 1936 cuando se estableció la denominación Pisco Elqui para este sitio en homenaje precisamente, a la Hacienda La Torre y la elaboración del primer pisco de América”.

“Pisco” es una palabra de origen quechua usada en Chile, igual que cancha, chala, cóndor, guagua, huaso, chuchoca, cocaví, charqui, malón y muchas más. Los incas organizaron un imperio, se expandieron por un amplio territorio, sometiendo a otros pueblos indígenas, e impusieron con ellos su cultura, incluyendo el lenguaje. Por lo tanto, la palabra “pisco” no es ni era propiedad exclusiva del Perú, sino que es patrimonio de todas las zonas donde se extendió el imperio inca”.

“El administrador de la hacienda La Torre, don Marcelino Rodríguez Guerrero, no dejó ningún documento donde explicara por qué decidió nombrar “Pisco” al aguardiente que destiló y luego conservó en las tres botijas. Cuando don Marcelino comenzó a administrar la hacienda La Torre, se hizo el primer inventario de la misma, en el cual se registraron las tres botijas vacías (1728). Y justamente en esas tres botijas tenían pisco seis años más tarde (…)”

“La historiografía peruana, hasta ahora, no ha mostrado evidencia de ningún registro del nombre “pisco” para llamar a su aguardiente en Perú en el siglo XVIII. Ninguna. La más antigua que ha podido mostrar hasta ahora es del siglo XIX (1824)”.

Lacoste concluye su argumentación haciendo un llamado a dejar de lados las diferencias puntuales, para que diplomáticos, embajadores y líderes de toda América Latina luchen y visibilicen los productos típicos: “De este modo lograremos avanzar en la patrimonialización y valorización de todas las manufacturas de nuestra tierra, que deben recuperar el prestigio que tuvieron alguna vez, y que ahora necesitamos poner de nuevo en el centro del escenario socioeconómico. Será un modo adecuado de superar la pobreza y fortalecer el orgullo de ser latinoamericanos”.