La humanización del Ídolo ¿gracias redes sociales?

26 Agosto 2020

Nos dimos cuenta de que los ídolos no eran dioses

Fer Zepeda Monroy >
authenticated user Corresponsal

Corrían los 80´s, buenos tiempos ¿no? Y la única forma de estar cerca de la vida y obra de Michael Jackson, Cindy Louper, Maddona o incluso de Los prisioneros comandados por Jorge González, Gustavo Cerati y Soda Stereo o los chascones de Virus, era comprando un poster, esperar la publicación de la revista del mes, los más adinerados podían ver el espectáculo a través de la televisión por paga gracias a un prometedor MTV o comprar boletos -carísimos- a los conciertos, si es que tenías la suerte que tu artista favorito llegará hasta “el último lugar del mundo” a hacer un show para sentirte un poquito más cerca.

Los años pasaron, esos jóvenes audaces que vivian de la esperanza de conocer al ídolo se convirtieron en madres, padres y, hasta en abuelos.

En algún rincón de la habitación quedaron los posters, las gigantografías, los albúmenes, las fotografías de aquellos que hicieron estremecer las discotecas que terminaban a las 12 de la noche, para algunos.

En el vagón de los recuerdos estaban aquellas historias que, en lo personal amo escuchar de mis padres y tíos.

Pero, con el pasar de los años, pasaron las viejas tecnologías que hoy monamente le decimos “vintage”. Llegó la globalización, llegó el internet, los teléfonos “inteligentes -que termino más odioso para una máquina-, y aparecieron ellas, las protagonistas, el leimotiv de nuestro diario vivir, las redes sociales.

Primero fue Facebook, divertido conectábamos con aquellos que conocíamos y con aquellos que queríamos conocer, llegó Youtube, pero que increíble, ya no necesitaba ahorra todo el mes para comprar un vinilo, un cassette o un cd para ver a mi artista favorito. Ahora, podía ver a mi artista –no solo escucharlo- verlo, las veces que quisiera, hasta aburrirme.

Y luego, el rey de reyes –hasta ahora- instagram, donde no solo conectábamos con conocidos y desconocidos, esta red social nos dio la posibilidad y oportunidad de poder ver el día a día de lo que hacían nuestros artistas, en estas “stories” podíamos ver lo que hacían en ese minuto.

Resulto que, ellos también tenían que entrenar horas para verse bien, comer saludable para tener un físico espectacular sobre el escenario, ensayar horas una coreografía para no pasar un bochorno y ser la ridícula portada de TMZ.

Nos dimos cuenta de que, sufrían, se frustraban, lloraban. Gritaban de alegria y emoción cuando les llevaban una sorpresa para su cumpleaños, no todo era la foto de la entrevista del mes, detrás de eso habían sentimientos, vimos a la princesa del pop, Britney Spears modelando su closet, haciendo yoga, perdiendo el control de si, una vez más, pero está vez no fue tema de conversación de pasillo y risas burlescas de sus “fans” fue un “pobre britney”

Resulta que, ahora, nos dábamos cuenta cuando las supermodelos terminaban sus relaciones con sus super famosos novios, y vivíamos su duelo, su tristeza, su despecho.

Con las redes sociales nos dimos cuenta de que los ídolos no eran dioses perfectos que no sufrían ni vivían lo que vivía un mortal, nos percatamos de que eran humanos.