Matutear, una forma de amor

25 Septiembre 2020

Si tu familia se dedica al comercio, te identificarás con mi historia. 

Cathy Gómez Córdova. >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Seguramente has escuchado el término "matutear", se relaciona a ir de compras. Ir de matute para adquirir mercadería y abastecer un negocio.

Y bueno, yo matuteaba con mi madre desde adolescente. Ya a los 15 años, acompañaba a mi mamá a Santiago a buscar productos para su local de ropa americana.  

Viajábamos de madrugada, tomábamos el bus de las 00:45 y llegábamos a la capital tipo 6:30 am. Hacíamos hora en el terminal y de ahí buscábamos donde tomar desayuno en el Paseo Ahumada.

Mi mamá era la guía. Con algo de miedo nos movíamos por las calles, ya que sabía lo justo y necesario. Con el pasar del tiempo yo asumí ese rol. 

Caminábamos hasta calle San Antonio, al Bazar Paola, en donde comprábamos maquillaje, accesorios para el pelo y aros, entre otras cosas traídas desde China. Ahí, mi mamá me dejaba escoger a mi gusto: elegía los colores de los esmaltes de uñas, de las sombras de 12 colores y los pinches de moda. Mi recompensa era siempre añadir algo para mí.

Luego, con la bolsa del matute a cuestas, caminábamos hacia Patronato. Allá recorríamos los locales comprando lo que nos hacía falta o la novedad, regateábamos los precios a los chinos que poco y nada hablaban español, pero que se peinaban con la calculadora. 

A veces, cuando quedaba tiempo, pasábamos a comer un shawarma o un completo. 

Nuevamente, con la bolsa a cuestas, caminábamos hasta la estación de Metro Patronato con dirección a Estación Central. Jamás tomábamos taxi, por miedo a que nos cobraran mucho y porque había que estirar las lucas. 

Ya en el terminal, comprábamos el pasaje del bus que estuviera más próximo a partir y nos embarcábamos rumbo a Ovalle.

Al otro día llegaba al colegio con mis novedades: el espejo de cartera, los pinches de moda o un brillo de labios. Cansada, pero feliz de haber acompañado a mi mamá.

Y es que entre viaje y viaje, nos fuimos acercando. 

Luego, cuando me fui a Santiago a estudiar Periodismo, continuamos con el matute. Pero esta vez la rutina era distinta. Yo vivía en un departamento en Providencia y mi mamá tomaba el bus de la madrugada para llegar a tomar desayuno conmigo. De ahí nos movíamos en metro hasta Plaza de Armas y caminábamos hasta San Antonio. En el Bazar Paola nos abastecíamos y luego seguíamos hasta Patronato. 

Nos recuerdo a las dos cansadas, tratando de bajar el matute por las escaleras del metro. La gente, en vez de ayudarnos, nos hacía el quite. De ahí yo iba a dejar a mi mamá al terminal y me devolvía a mi departamento, siempre con tristeza de verla partir.

Con el correr de los años, las idas a matutear fueron disminuyendo. En un par de ocasiones mi mamá me pidió que fuera sola a comprar. Me daba un listado de las cosas que le hacían falta y yo iba al bazar, donde las embalaban y las despachaban a Ovalle.

Creo que la última vez que fuimos a matutear fue en marzo del 2016. Aprovechamos que habíamos ido a Santiago a un concierto para ir a comprar a los lugares de siempre. Luego de eso, mi mamá no volvió a ir. El negocio mutó 100% a la venta de ropa, yo me vine a vivir a La Serena y ya fue más difícil coordinar los viajes. A mi mamá nunca le gustó ir sola, temerosa de perderse o que le pasara algo.

Recuerdo esos viajes con mucha nostalgia. Quien es hijo o hija de comerciante, sabe que son agotadores. Pero forman parte del esfuerzo por salir adelante. Esos matutes me dieron casa, educación y todo lo que tengo.  

Esas idas a matutear me acercaron a mi madre. Y yo soy una orgullosa hija y nieta de comerciantes.

Espero, algún día, volver a matutear con mi madre. Esos matutes forman parte de lo que soy.