Opinión: Ley 20.084 "Nuevos Desafíos"

20 Julio 2013

Una de las tareas centrales de los profesionales es indagar  ¿por qué llega un niño o adolescente a delinquir?. Por Verónica Zárate, Directora del Centro de Internación Provisoria y de Régimen Cerrado (CIP- CRC La Serena).

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A seis  años de la promulgación de la Ley 20.084  de Responsabilidad Penal Adolescente, que cambió totalmente el escenario judicial para niños y adolescentes infractores de Ley, quienes ejecutamos este trabajo en los centros de administración directa del Servicio Nacional de Menores, Centros Cerrados y Semicerrados, hemos recorrido un camino lleno de aprendizajes y desafíos sobre cómo ir  enfrentando y afrontando la multiplicidad de escenarios donde se ejecutan las intervenciones profesionales que esperan generar un cambio en el proyecto vital de estos adolescentes, que en privación de libertad buscan crecer y desarrollarse.

Central ha sido en este camino “la vivencia compartida”, ya que, desde su propia experiencia, niños y adolescentes infractores nos han mostrado una compleja realidad que se arrastra desde la infancia. Cómo el camino de la desadaptación social  se va configurando con la exclusión desde las propias familias, donde niños y niñas construyen un vínculo afectivo inseguro o ambivalente; en los espacios escolares, donde niños con conductas disruptivas terminan abandonando el sistema y desde la comunidad, donde el entorno se caracteriza por la deprivación socio-cultural que no los estimula ni les da esperanzas de un futuro mejor. Donde existe una lucha  constante entre lo pro-social y lo antisocial.

Una de las tareas centrales de los profesionales es indagar  ¿por qué llega un niño o adolescente a delinquir? Detrás de cada uno de estos jóvenes se teje una historia de vida compleja, donde confluyen factores de riesgos estáticos y dinámicos que se van configurando para que el acto delictivo se produzca. Hemos aprendido a ver la diferencia entre una delincuencia que es común de aquellos jóvenes que realizan acciones erróneas, pero de algún modo, propias de esta etapa de desarrollo, donde el acto delictual no se establece como un estilo de funcionamiento permanente y la delincuencia distintiva, donde el delito pasa a ser una acción más permanente que se va agudizando con el tiempo –la llamada “escalada delictual”- donde se inicia con pequeños hurtos, pasando por delitos contra la propiedad y luego delitos contra las personas.

Lo fundamental de este proceso ha sido aprender a reconocer las distinciones en cada uno de los niños, niñas y adolescentes que atendemos y con ello, la necesidad de una Intervención Diferenciada, que nos invita a focalizar el trabajo en aquellos aspectos que se requieren modificar centrándose en los factores que aumentan los riesgos de reincidencia y mantienen el acto delictivo como un proyecto de vida. Se requiere de toda la disponibilidad, empatía y de un trabajo multidisciplinario que no sólo se enfoque en el adolescente, sino también en su entorno, dado que la reinserción social no se construye entre cuatro paredes. Se requiere de una comunidad comprometida, capaz de brindar las oportunidades que estos niños y jóvenes necesitan para volver a creer, sentirse integrados y parte de un proyecto de sociedad, donde ellos son importantes y se les necesita.

El reconocer en estos niños, niñas y adolescentes un ser humano integral, donde los aspectos físicos, de salud, sociales, emocionales y espirituales confluyen en una relación dinámica con su entorno, requiere que la intervención profesional  y especializada se movilice, innove, cree espacios y acciones que se transformen en estímulos que permitan que los jóvenes se activen en una búsqueda continua por construir un proyecto vital que los reconcilie y resignifique sus vivencias de infancia. Deben aprender a creer, a confiar, a tener nuevas esperanzas, a darle valor al arte, a la cultura, a los espacios públicos, a la educación, al trabajo, a la participación. Estos son elementos claves para las nuevas estrategias que se han incorporado en una intervención que no sólo busca causar impacto en los jóvenes, sino además ser responsables con la misión entregada por la sociedad y la comunidad y egresar de nuestros centros jóvenes más empáticos, reflexivos, con nuevas habilidades y herramientas que les permitan actuar desde lo pro-social.

Este es un trabajo con un verdadero sentido humano, donde funcionarios y funcionarias de Sename, del CIP CRC La Serena, Ex Talay, tienen una profunda convicción en el cambio, donde cada uno se entrega diariamente a una dura labor de cambiar vidas, de dar esperanzas. Lucha incansable que también presenta dificultades y frustraciones, pero en donde puede más el valor de esta misión. Es por ello que estamos comprometidos con la mejora continua de la calidad  de la Intervención, sabiendo que la especialización debe estar siempre de la mano de la innovación para buscar permanentemente las estrategias que nos permitan recuperar a nuestros niños, niñas y adolescentes que, por distintas razones, han tomado el camino del delito, pero con la certeza que es posible su reinserción.   

Por: Verónica Zárate Robledo

Directora del Centro de Internación Provisoria y de Régimen Cerrado (CIP- CRC La Serena)