¿Qué gatilla el dolor crónico y por qué no debe ser visto como una amenaza?

17 Octubre 2018

Independiente de cualquier diferencia sobre la clasificación del dolor crónico, es un hecho de que afecta a más del 30 por ciento de la población chilena, lo que se traduce en unas 5 millones de personas. 

Equipo El Obser... >
authenticated user Editor

La Organización Mundial de la Salud, OMS estableció el 17 de octubre como el Día Mundial Contra el Dolor Crónico, para generar conciencia sobre la necesidad de buscar un alivio para quienes tienen este sufrimiento físico y psicológico, además de ver el dolor persistente como una patología. 

“El mensaje sobre el dolor crónico debe ser distinto. Es un proceso natural  y no hay recetas mágicas, sino que se debe entender que el cuerpo necesita movimiento y que el dolor puede ser percibido como un regalo de tu cerebro que te está cuidando. Es como cuando suena la alarma de un automóvil porque está pasando otro cerca, pero no hay ningún riesgo de daño”.

Así lo plantea, Luis Henríquez, académico de la carrera de Kinesiología de la U. San Sebastián (USS), quien  sostiene que al hablar de dolor crónico se hace referencia a un período de tres meses en el que debería haber una recuperación. Pasado ese tiempo y cuando se vuelve reincidente, se está en presencia de un dolor persistente.

El docente indica que se percibe como una epidemia en la sociedad occidental porque “entre el 20 y 25 por ciento de las personas tiene algún tipo de dolor persistente. Existe un componente sensorial, factores afectivos como estados de ánimo o la personalidad, pero también involucra elementos culturales y cognitivos, es decir, está relacionado con lo que la gente cree o piensa sobre un problema”. 

En ese sentido, enfatiza que el componente social es relevante, porque las sociedades occidentales “en general tienden a rechazar el dolor físico o emocional y  están más orientadas hacia el placer. Mientras que en las culturas orientales se asume de una manera más natural este tema”. 

Henríquez sostiene que en el dolor crónico hay un componente físico, pero también psicológico o emocional, pero dejando de lado la visión catastrofista. 

De hecho asegura que “la cantidad de dolor no está asociada al daño o cambio de los tejidos, sino a la percepción de amenaza que se le otorga consciente o inconscientemente a distintas situaciones. Por ejemplo, salió una noticia que decía que un mal jefe puede producir enfermedades. Básicamente eso quiere decir que hay factores externos o sociales que pueden producir esta amenaza y nuestro cuerpo responde provocando dolor”. 

Además indica que una manifestación de esto sería el problema del estrés “así como también la satisfacción laboral, las relaciones de pareja y los problemas judiciales, que son los elementos que pueden favorecer la presencia o no del dolor crónico”. 

Otros factores 

Luis Henríquez dice que en Chile se sabe que “hay tres elementos asociados a la producción del dolor. Dos de ellos lo favorecen y el otro actúa como protector”. 

“Las personas mayores de 65 años tiene una probabilidad mayor de presentar dolor persistente. Se podría pensar que esto es por los problemas propios del envejecimiento, pero no es tan así, porque entra otro factor en juego y es que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de padecer dolor crónico” puntualiza el docente. 

Desde el punto de vista de la protección frente al dolor, Henríquez dice que está el nivel educacional. Si una persona está más educada, tiene menos posibilidades de presentar dolor persistente que otra con un nivel de enseñanza más básico. 

Además precisa que hay factores como la gradiente social y la desigualdad que pueden gatillar el dolor crónico y enfatiza que “si hay mayor inequidad existe mayor amenaza en la vida de una persona” y eso se traduce en un estado de ánimo y una manifestación física. 

En cuanto a la población más joven, Henríquez explica que “el nivel de dolor en la población infantil y adolescente a nivel mundial también ha ido en aumento. Hoy en día, los niños son más sedentarios y hacen menos actividad física. Además se han hecho estudios y comparaciones entre quienes practican deportes individuales y colectivos y estos últimos tienen menos dolores que los primeros, probablemente porque en la integración social hay un modulador de las conductas y estados de ánimo”. 

Por este motivo, el académico considera que “es necesario desarrollar estrategias que cambien nuestra visión sobre el dolor. Por ejemplo, la dieta es un factor que puede ayudar, al igual que la mayor actividad física y sobretodo el cambio cultural respecto al dolor persistente o crónico”.

También recalca que el tratamiento debiera ser una Garantía Explícita de Salud (GES) y tener financiamiento en la canasta del Auge a través de un protocolo de atención multidisciplinario que incluya a médicos, psicólogos, kinesiólogos, terapeutas ocupacionales y nutricionistas, entre otros profesionales.