Reescribiendo sueños: jóvenes privados de libertad vuelven a estudiar

22 Marzo 2017

Desde hace un año, cerca de cuarenta adolescentes que se encuentran cumpliendo penas privativas de libertad cuentan con una escuela al interior del centro de Justicia Juvenil de Sename, ubicado en Las Compañías

 

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Son las nueve de la mañana y suena la campana en el Centro de Educación Integral de Adultos (CEIA) Adolfo Pérez Esquivel. No se trata de una jornada de clases cualquiera, ya que la escuela funciona al interior del Centro de Internación Provisoria y Régimen Cerrado (CIP-CRC) de Las Compañías, dependiente del Servicio Nacional de Menores (Sename). Allí, los jóvenes que se encuentran cumpliendo penas privativas de libertad en la mañana y quienes están en internación provisoria en la tarde, se reencuentran con libros, pruebas y clases, después de años de deserción escolar.

La escuela, dependiente de la Fundación Paihuén, funciona gracias a la subvención del Ministerio de Educación y a los recursos aportados por el propio Sename. Al igual que cualquier establecimiento educacional, debe cumplir con la malla curricular obligatoria, así como con un completo equipo docente. Según explica Karina Basaure, directora del CEIA Adolfo Pérez Esquivel, “aceptamos la invitación del Sename de hacernos cargo de levantar una escuela. Tenemos capacidad para 60 jóvenes y en este minuto hay 41 matriculados”.

El CEIA funciona con cinco profesores, encargada de Unidad Técnico Pedagógica (UTP), asistente de mantención y directora. Hasta las salas de clases, que son temáticas, llegan los jóvenes a reencontrarse con lenguaje, matemáticas, ciencias integradas e inglés, entre otras asignaturas. Claudio Mora, coordinador educativo del centro de Justicia Juvenil, señala que se trata del primer acercamiento de los adolescentes a la educación formal, después de varios años de deserción. “Si bien anteriormente contábamos con un programa no formal de educación, que es el programa de reinserción escolar (ASR), se trata de jóvenes que vienen con un rezago escolar importante, por lo que nos veíamos en la necesidad de contar con un colegio al interior del centro”.

Para ello, el primer paso fue que los profesionales se ganaran la confianza de los adolescentes. “El 2016 fue principalmente de establecer vínculos, ya que la escuela es la columna vertebral de la rutina al interior del centro. En esta primera etapa fueron los jóvenes quienes nos estudiaron a nosotros”, manifiesta la directora de la escuela, lo que es corroborado por Claudio Mora, “tenemos un cuerpo docente bastante comprometido y eso facilitó la vinculación con los jóvenes, ya que ellos tienen una naturaleza que los hace ser desconfiados a priori, por lo tanto es importante el acercamiento”.

Durante la semana, los jóvenes de enseñanza media cuentan con horario completo de 26 horas, mientras que los que cursan enseñanza básica tienen 16 horas de clases semanales. “El portón se cierra a las 9, luego de eso ya es considerado atraso y se registra en el libro. Tiene que haber una justificación, comprendiendo que los jóvenes deben quedar levantados al iniciar el turno diurno”, manifiesta Karina Basaure, quien agrega, “lo que hicimos fue alargar la semana para que los adolescentes tuvieran menos horas de clases al día. No funcionamos como una escuela regular, con dos horas pedagógicas por bloque, lo que hacemos es una hora cronológica y luego de eso un pequeño descanso, para contener o abordar posibles tensiones en el recreo con ping-pong, música, etcétera. Realizamos todas las asignaturas que son obligatorias para enseñanza básica y media. Esta semana vamos a empezar a implementar un bloque más en la media, así que vamos a ver cómo nos resulta”.

Reencuentro con los libros

Los jóvenes han respondido positivamente a la implementación de la escuela. Fueron ellos mismos quienes pintaron las salas de clases, pavimentaron el patio y construyeron la “Plaza de la Paz”, donde se juntan en los recreos. Para ellos es su espacio. “Hay un sentido de pertenencia de parte de los adolescentes, la idea era que se apropiaran del espacio para generar un mayor compromiso”, destaca la directora regional del Sename, Verónica Zárate. 

Patricio acude a la escuela desde el año pasado. Completó primero y segundo medio y ahora está empezando tercero y cuarto. “Ha sido bueno, porque no estudiaba hace como dos años, he sacado buenas notas y he aprendido harto. Antes me daba lo mismo, pero ahora le tomé sentido a terminar mis estudios, le pongo empeño”, cuenta.

Su opinión es compartida por Juan Pablo, quien señala que desertó del sistema escolar hace seis o siete años. “He aprendido harto aquí, porque ya me había olvidado de todas las cosas que había aprendido por estar en la calle, llegué hasta sexto básico no más. Mi objetivo es finalizar séptimo y octavo y después la enseñanza media”.

Ambos adolescentes destacan el compromiso de los profesores. “El apoyo es súper bueno, me gusta estar en la escuela, me levanto temprano todos los días para cumplir con la rutina”, añade Juan Pablo.

Para el coordinador educativo del Sename, Claudio Mora, el desafío es implementar estrategias educativas que sean más interesantes para los alumnos. “Queremos buscar metodologías más atractivas y dinámicas para los jóvenes, es decir, salir del modelo clásico de educación, entendiendo que trabajamos con desertores del sistema escolar y refractarios a lo que está afuera. La idea es que esta escuela tenga un carácter distinto, que dé cuenta de las reales necesidades de los adolescentes”.

Para la directora del CEIA Adolfo Pérez Esquivel, lo fundamental es mejorar el trabajo en aula, “contar con didácticas pertinentes para los jóvenes, ya que principalmente tienen un aprendizaje motriz y visual. Cada vez que nosotros articulamos estrategias más lúdicas o más manuales, ellos enganchan”, agrega Karina Basaure.

 El seremi de Justicia y Derechos Humanos, Carlos Galleguillos, enfatiza en que la educación es una de las prioridades del Gobierno en materia de Justicia Juvenil. “La educación es una herramienta de movilidad social determinante para nuestra sociedad. Sin embargo, para las personas privadas de libertad y sobre todo para los jóvenes infractores de ley, es fundamental para lograr su reinserción y una adecuación propicia en la comunidad”.

Un escenario en que la educación es tanto un reto como una oportunidad permanente, entendiendo que es uno de los motores más potentes para lograr la reinserción social y disminuir la desigualdad.

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