Reflexiones en torno al protocolo de atención a personas trans

27 Mayo 2012

Cualquier protocolo o reglamentación debe ser consultado con los involucrados. De otro modo, no es representativo, pues no toma en cuenta la experiencia de vida de la población afectada por el mismo.

Lukas Berredo >
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Recientemente, Chile se enteró de la noticia de que las cirugías de reasignación sexual para personas trans[1] serán incluidas en las prestaciones del sistema público de salud. Durante años, diversas organizaciones como MUMS, GAHT, OTD, MOVILH, entre otras, desde su particular área de acción, han estado batallando para que eso ocurriera.

SOBRE EL PROTOCOLO TRANS

En el comienzo de la elaboración del protocolo, representantes del Ministerio de Salud sostuvieron reuniones con algunas organizaciones trans anteriormente mencionadas. Sin embargo, cuando las trés primeras hicieron críticas y observaciones en discordancia con muchos de los conceptos y prácticas efectuadas por el Ministerio, se pudo notar claramente la incomodidad.

A modo de ejemplo, además de que muchas organizaciones de personas trans no fueron invitadas a la reunión en Enero del 2010, OTD, GAHT y MUMS señalaron que el rol del profesional psiquiatra no debería incluir la realización de diagnóstico, dado que el problema en cuestión no corresponde a una entidad mórbida (enfermedad o trastorno). Dicha observación no fue acogida por parte del Ministerio, así como muchas otras de relevante importancia. Luego de eso, se dejó de invitar a estos tres grupos a las reuniones, demostrando, desafortunadamente, una clara falta de interés en incorporar las necesidades de la comunidad trans en el documento, en lugar de una visión sesgada y particular de las mismas.

En septiembre de 2011, el Ministerio de Salud puso a disposición del público la circular 34[2]. Pero mucho antes, entre 2008 y 2010, el Consejo de Defensa del Estado ha tramitado cuatro casos donde personas trans solicitan una operación ante un centro de salud. En tres de ellos han llegado a una solución favorable a lxs solicitantes, y dichas gestiones fueron realizadas por organizaciones trans, no homosexuales.

En ese sentido, el acto del Ministro de Salud fue meramente simbólico y formal, pues ya se había establecido la obligación que tiene el Estado de incluir el proceso de reasignación sexual dentro de las prestaciones de la salud pública. Aún así, todavía está por verse la real implementación de dicho protocolo, pues hasta el momento ha habido una total ignorancia por parte de los servicios de salud.

Con una manera de actuar discriminadora y sectaria, el Gobierno deja de lado a las personas trans. Organizaciones y movimientos trans han fornecido materiales con informaciones tanto sintetizadas como detalladas, con estadísticas y terminología. Al nuevo Ministro de Salud organizaciones trans han solicitado reuniones reiteradas veces, y no han recibido respuesta. Así, el documento final tuvo aprobación solamente de una organización mayoritariamente homosexual, excluyendo a la comunidad realimente afectada de la toma de decisiones.

SOBRE LA IMPORTANCIA DE ABORDAR LA TEMÁTICA TRANS

Organizaciones y activistas de todo el mundo han estado trabajando por años en incorporar temas específicos de la población trans en la legislación y políticas públicas de sus respectivos países.

Para mucha gente, el hecho de que se incorpore el proceso de reasignación sexual en el Sistema Público de Salud puede parecer absurdo, que hay necesidades mayores y más importantes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha manifestado en su constitución que “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Entonces les pregunto si la solución es dejar de lado a una población simplemente por ser menos numérica. En lugar de reclamar para excluir de la Salud Pública a ciertas personas que, al igual que lxs demás ciudadanxs pagan impuestos, ¿no sería más productivo trabajar para que nadie tenga su salud negada?

A fines del año pasado finalicé mi tesis de grado titulada “Dificultades administrativas enfrentadas por las personas trans en la Región Metropolitana de Chile.” Un 87,5% de la las personas trans encuestadas manifiesta haber sufrido depresión y un 50% señala haber intentado quitarse la vida. En el caso de las personas no-trans encuestadas, estos índices caen drásticamente: 20% (depresión) y 5% (intento de suicidio). Estos datos son extremamente preocupantes, pues refleja la vulnerabilidad en la que se encuentra la población trans ante un sistema que les impone tan fuertemente la categoría de “enfermedad” que la persona termina por creérselo hasta el punto de atentar contra su propia vida.

El no encontrar pares y personas que comprendan los confusos sentimientos que afloran en la etapa de desarrollo generan un sufrimiento de inadecuación. La presión por parte de docentes y directivos por el cumplimiento de rígidas normas sociales contribuyen a la deserción escolar. Eso acarrea un significante estado de marginalidad y desigualdad social y laboral. La discriminación también se evidencia en el bajo sueldo de las personas trans, sea debido a las pocas opciones de trabajo a las que accede, o por la informalidad de los mismos. La falta de trabajo formal nos hace ver los enormes obstáculos a los que son sujetas las personas trans para desarrollarse en las esferas más básicas de la cotidianidad. La ausencia de una compatibilidad entre apariencia y documentos legales, sumada a la gigantesca falta de conocimiento respecto a la temática, hace con que las empresas opten por no contratar a una persona trans, o despedirlas excusándose en “necesidades de la empresa”.

Para una persona trans, un trámite tan corriente como ingresar a un local puede ser motivo de conflicto. De hecho, 57,5% de las personas trans manifiesta que se les prohibió el ingreso o permanencia en algún local. A 11% de las personas trans encuestadas se les negó la realización de trámites bancarios, considerando que gran parte de ellas prefiere ni siquiera tener cuenta o cualquier relación con entidades financieras para evitar situaciones incómodas.

El Observatorio de Personas Trans Asesinadas realizado por Transgender Europe da cuenta del aumento continuo de casos de asesinatos de personas trans en todo el mundo. En los primeros 6 meses de 2010, fueron documentados 93 casos de asesinatos a personas trans, lo que significa un asesinato informado a cada dos días. Los homicidios informados de personas trans en América Central y del Sur suponen el 77% de la totalidad desde 2008[3].

Con estos datos, queda clara la necesidad de dar mayor importancia a la realidad trans, aún cuando sea considerada minoritaria.

SOBRE LA PATOLOGIZACIÓN TRANS

Hace ya varios años que activistas y académicxs han estado promoviendo formas alternativas de abordar la temática trans, desde un ámbito sociocultural, y no desde el determinismo biológico o de la patología.

“Actualmente la transexualidad se considera un ‘trastorno de identidad sexual’, patología mental clasificada en el CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud) y en el DSM-IV-R (Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales de la Asociación de Psiquiatría Norteamericana). Estas clasificaciones son las que guían a los y las psiquiatras de todo el mundo a la hora de establecer sus diagnósticos. En ellas se comete un error poco casual: la confusión de los efectos de la transfobía con los de la transexualidad. Se invisibiliza la violencia social que se ejerce sobre quienes no se adecuan a las normas de género. De este modo, se ignora activamente que el problema no es la identidad de género, es la transfobía.”[4]

Para Thomas Hammarberg, Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, “desde una perspectiva de derechos humanos y de la asistencia sanitaria, no es necesario que se realice ningún diagnóstico de trastorno mental para dar acceso al tratamiento de una situación que requiere asistencia médica”.

Así, ha habido un esfuerzo conjunto para la retirada del llamado “trastorno de identidad de género” de los distintos manuales diagnósticos de enfermedades que son utilizados como guías para profesionales de la salud a nivel internacional.

En Chile, la catalogación de la transexualidad acoge lo establecido en los manuales internacionales, principalmente el CIE-10. Eso implica que las personas trans deben someterse a una evaluación psiquiátrica que concluya en un diagnóstico de “disforia de género” para acceder a un tratamiento hormonal y/o quirúrgico. O sea, no tienen ninguna autonomía sobre su propio cuerpo, quedando cualquier modificación al mismo a la merced de un médico.

Muchos profesionales de la salud se creen en el derecho de apuntar al otro como enfermx por no encuadrarse en sus patrones de “normalidad”. Lo mismo hacían con la homosexualidad hasta 1990, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió retirarla de estos mismos manuales mencionados anteriormente. Me pregunto cuál sería la reacción de las personas si cuando se apruebe una ley de reconocimiento de parejas de un mismo sexo se exija un diagnóstico médico de homosexualidad o lesbiandad.

El “diagnóstico psiquiátrico de transexualidad” generalmente se basa única y exclusivamente en estereotipos de género culturales. Insisto que nadie está capacitadx para evaluar el género de otra persona. La actuación de algunxs profesionales de la salud basada en considerar su propio género más correcto y natural que el de las personas a las que atiende constituye un ejercicio de poder que establece una atención desigual y discriminatoria en contra de la/del paciente.

Como señala Valentina Verbal, historiadora y activista trans de la Fundación =Iguales, “buena parte del presente y pasado de la Medicina (no quiero generalizar) olvida y ha olvidado un derecho humano fundamental: el derecho a la identidad como fruto de una decisión personal y libre; y no a partir de dictámenes de determinadas autoridades, erguidas como “superiores” al conjunto de las personas. Autoridades —por ejemplo, médicas y judiciales— muy buenas para diagnosticar o juzgar situaciones humanas concretas; pero muy malas para meterse, aunque sea mentalmente y por algunos momentos, en el pellejo de otras que sufren duras realidades. Y que, por efecto de esos mismos dictámenes, siguen condenadas a sufrir y a ser discriminadas social e institucionalmente.”

Por lo mismo, es importante destacar que el establecimiento de un protocolo trans, incluso desde la más mínima reglamentación, debe ser consultado con lxs involucradxs. De otro modo, menos empático y más “técnico y/o médico”, no nxs representaría a cabalidad, como ha sido hasta el día de hoy, pues no se ha tomado en cuenta realmente las observaciones basadas en la experiencia de vida.

Lxs activistas trans somos, en realidad, quienes contamos con esos puntos importantes: la experiencia y los conocimientos específicos. No hay profesionales no-trans en Chile, que se dediquen a estudiar las identidades trans. Al mantener la necesidad de un diagnóstico, se está pasando a llevar la autonomía de las personas trans. Autonomía que es un derecho per se, inherente a todo ser humano.

Si mencionamos casos en que personas trans han visitado distintos médicos, y han tenido distintas opiniones... nos preguntamos... ¿cual es el criterio? ¿No debiera ser uniforme, si tan diagnosticable se le considera?

Ningún diagnóstico, ninguna cirugía, ningún informe médico, ninguna discordancia, ninguna evasión de la realidad de nuestros derechos ha logrado aún quitarnos la fuerza de luchar en contra de que nos declaren incapaces de decidir qué hacer con nuestro propio cuerpo, con nuestra propia vida.


[1] ‘Trans’ hace referencia a toda aquella persona que vive en un género distinto al que le ha sido asignado al nacer en base a su sexo, independientemente de si ha modificado su cuerpo o de si ha recibido un diagnóstico de trastorno de identidad de género. Según los Principios de Yogyakarta, la “identidad de género se refiere a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo (que podría involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma sea libremente escogida) y otras expresiones de género, incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales.”

[2] http://www.cdc.gob.cl/wp-content/uploads/documentos/Circular-34-sobre-trato-a-personas-transexuales.pdf

[3] http://www.transrespect-transphobia.org/es_ES/tvt-project/tmm-results/tdor2010.htm

[4] Red Internacional por la DespatologizaciónTrans. 2010. www.stp2012.info/old/es/manifiesto.