#VolveremosAViajar: El mercado de Belén; brujería, robos, droga y desacato

28 Julio 2020

No es un lugar turístico, pero es un lugar que debes visitar si quieres conocer la idiosincrasia de los nativos la ciudad más cercana a la selva.

Fer Zepeda Monroy >
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Inicié mi mañana muy temprano en Iquitos para salir a comprar desayuno al mítico mercado de Belén. Había escuchado muchas historias de ese lugar, pero dos afirmaciones se repetían cada vez que mostraba mi inquietud por ese sitio a alguien: “es peligroso” y “hacen brujería”, afirmaban.

Aquella mañana era víspera de año nuevo, hacía mucho calor, por mi mente pasaba qué deseos querría pedir a medianoche, los cuales cambiaron rotundamente tras darse a conocer la pandemia que azotaría al mundo durante el 2020. 

Sin embargo, y envuelta en mi convicción de conocer aquel lugar tan mágico y misterioso, me arme de valor, tomé mi banano, lo cargué con mi cámara pequeña, un lápiz, un papel, dinero en efectivo, salí a la calle a tomar una mototaxi, aquellas que son tan comunes en los países con localidades de climas cálidos. Era de color roja y sólo tenía un plástico que no servía para cubrir el viento ni para la protección si ocurría un accidente, era sólo para evadir -un poco- la lluvia.

Desde que me subí a la mototaxi hasta que llegamos al mercado de Belén pasaron cerca de 30 minutos, en los cuales por mi mente pasaban mil preguntas y mi estómago se apretujaba cada vez que nos alejábamos de mi zona de confort, de aquello que yo había conocido en esos días, hasta que el mototaxista frena y me indica “aquí comienza el mercado, yo no puedo seguir, debes caminar ahora”. 

El mercado de Belén no era como los mercados que había conocido antes, en otros países, en otras ciudades, el solo hecho de ingresar y caminar 5 pasos al interior del “recinto” te hacía sentir perdido, habían espacios con techados y otros simplemente al aire libre o cubiertos con mallas.

Era todo muy rápido, millones de imágenes pasaban en frente de mí, millones de historias que no podía pausar, para ambos lados de la calle tenía puestos de personas ofreciendo pescados, arroz, desayunos, jugos, sopas, vestimenta, hechizos e incluso, drogas. En el centro, entre ambas líneas de puestos, había una línea doble donde las personas sentadas en el suelo ofrecían sus productos.

Me detengo para ver qué podía visualizar detenidamente y lo primero que llamó mi atención era como dos hombres cargaban entre sus brazos un trozo de carne, era la mitad de un animal que habían sacrificado pocos minutos antes.

Seguí caminando y toman de mi brazo, me giro para ver quien era y una mujer con aspecto anciano que me dice “quieres un amuleto para este nuevo año”. Le pregunté “¿de qué se trata? y dijo que eran obsequios de la selva para protegernos y alejar los malos espíritus de nuestro lado. 

Me acerqué más a ella, porque donde me había detenido entorpecía el paso de los demás, tenía un pequeño puesto, rústico, hecho con desechos de madera, plásticos, clavos mal puestos, sobrecargado de velas, imágenes de la virgen flores, unas botellas reutilizadas con “pócimas”, semillas de plantas y frutos de árboles.

Me pareció inofensiva, así que continué conversando con ella unos minutos, comenzó explicando que en el Amazona es muy común que durante el año nuevo se realicen un “baño de florecimiento” en el que se limpia tu cuerpo y espíritu, para recibir el siguiente año en cero. Como si ese inofensivo baño en el que priorizaban las flores y las colonias con olores fuertes te reseteara.

Tomó mi mano y me colocó 3 pelotitas del porte de una nuez pequeña, dijo que eran fruto del Amazona y me protegerían. Le agradecí y las guarde en mi banano, luego untó mi frente con una “pócima” que tenía un intenso olor a alcohol, mientras lo hacía susurraba unas palabras que no entendí porque no era un idioma que siquiera hubiese escuchado antes.

“Algunos vienen acá para tener un enamorado o enamorada, hacen que ellos regresen llorando, otros quieren hacer sufrir a quienes le rompieron el corazón para que paguen”. La interrumpo preguntándole ¿es posible? ¿por qué lo harían? Y ella me responde “hay muchas razones, y todo es posible, nuestros implementos nos entrega la selva”. 

Luego, se despidió de mí, le pregunté si le debía algo y ella no quiso que le diera dinero y continué mi camino.

Iba caminando desconcertada y embobada por todo lo que mis ojos veían cuando escucho un grito “pescado” y alzo la vista para mirar, al lado izquierdo del Mercado había un pasillo donde vendían pescados, algunos que jamás había visto porque en el norte de Chile comemos pescados de mar y en Iquitos consumen pescados de río, por el Río Amazona, el más caudaloso del mundo.

Me acerco hasta ese sector y veo como al igual que al inicio del Mercado, había filas en el suelo con pescados dispuestos solo sobre una tela, rodeados de moscas y con la sangre a chorros que asimilaba una tétrica metáfora del agua, ahí estaban los pescados amontonados y a ras de suelo.

Miro las tienditas que me rodeaban y algunos ofrecían una especie de gusanos, pirañas, tortuga e incluso carne de caimán.

Doy la vuelta y cojo otro pasillo, escucho que un hombre grita “ritos, la aya, la madre aya” me acerco curiosa ¿qué rito? exclamo. “El rito de la ayahuasca” responde sonriendo mientras me mira intensamente a los ojos. ¿Cuánto vale? continúo y el dice “depende, quieres una toma, tres o completo? “una toma” respondo y él dice 100 dólares “lo miro con cara de asombro porque sabía que ese precio era excesivo mi guia en la isla ya me había comentado que uno de los puntos más lucrativos para los nativos de Iquitos era el rito de la ayahuasca y que muchas veces “ni siquiera les daban ayahuasca, sino que mezclaban varias hierbas que hiciera al turista vomitar”. 

Cuando se da cuenta de mi mirada, inmediatamente interviene diciendo “pero, te llevamos a la selva, ahí estás con el chamán, no te dejamos sola ningún minuto, y no debes comer nada con sal ni con azúcar, ni alcohol durante 24 horas, sobre todo después de la ayahuasca porque es una planta muy celosa”. 

Pregunto a uno de los vendedores por la hora y me dice que son las 9 de la mañana, yo debía estar en el hotel a las 10 am para ir a conocer a una tribu al Amazona, por lo que me apresuro a volver al incio del Mercado, me equivoco de pasillo y por un certero error caigo en un pasillo donde vendían comida preparada. Pido 4 sándwichs para llevar al viaje, cada uno costaba 500 pesos chilenos y 2 jugos. La chica que no tenía más de 15 años me entrega dos bolsas pequeñas cerradas con un nudo y una bombilla en el centro, ahí estaba mi jugo.

La joven coloca mi desayuno en una bolsa y me retiro a buscar un mototaxi para volver al hotel.

¡Recomendaciones! 

Para ir al mercado de Belén de Iquitos debes ir muy temprano en la mañana porque después de las 12 del día el ambiente se pone más agitado, llegan muchas personas y se produce aún más roce entre los visitantes del lugar.

Estuve casi 3 horas recorriéndolo, pero sólo pude conocer el 20% de ese lugar, que a cada paso que daba más interrogantes acumulaba.

Cierra sus puertas a las 18:00 horas y abre los 7 días de la semana. No es un lugar turístico, pero es un lugar que debes visitar si quieres conocer la idiosincrasia de los nativos la ciudad más cercana a la selva.